La clasificacion mundial de la decaída FIFA, presenta
a la selección de Colombia en la cuarta casilla, siendo superada por Argentina
(3), Bélgica (2) y la temible Alemania que sigue en el primer lugar dentro de
las diez primeras plazas. De ahí para atrás, mirando solo los combinados de
nuestro continente que participan en la Copa América de Chile, están Brasil y
Uruguay en la quinta y octava casilla respectivamente.
Si este acumulado orbital, basado en el rendimiento de
los equipos, es cierto o define algo de alguna manera, el cuadro que dirige José
Néstor Pekerman tiene que ser favorito para ganar la prueba y no aspirar a ser
un animador más, una vez más.
El técnico argentino posee un plantel de lujo que reúne
jugadores de primer nivel quienes militan en las mejores ligas del mundo, al más
alto rendimiento y donde son protagonistas. Por eso se debe asumir el
compromiso de ganar la prueba sin rayar en la soberbia.
La diferencia entre los aficionados argentinos y brasileños,
con respecto a los demás en Sur América, es que ellos no les piden menos a sus
escuadras. Si las cosas no se dan como lo esperan generan la presión y el
malestar necesario para que se tomen correctivos como sucede en todos los
grandes equipos del mundo y Colombia está en ese cartel. Al fin y al cabo son
ellos, los aficionados, los que pagan y generan los recursos para que los
artistas del futbol vivan tan bien.
Brasil y Argentina nunca llegan a ver qué pasa, ellos
saben qué quieren y es esa mentalidad la que debe absorber el aficionado
cafetero, pues los grandes seleccionados del mundo nos miran con respeto.
Inclusive los uruguayos, que han tenido que superar algunos problemas, siempre están
pensando en ser primeros.
Que las cosas se den o no es una suma de muchos
factores deportivos que se dan en la cancha, jugando los partidos. Pero que los
aficionados se sienten con la idea de ver un equipo ganador y con aspiraciones
ya no es pecado, es un derecho ganado y solamente con la exigencia se evita que
existan grandes baches como los vividos desde que Maturana empezó a forjar un
seleccionado con presencia y compromiso hasta 1998 cuando todo se esfumó y hubo
que esperar tres Mundiales para recuperar lo perdido.
Gerardo Martino
sabe en donde está sentado al igual que Dunga o el profe Tabarez. Son
banquillos históricos y respetables donde la derrota es una circunstancia y no
una opción. Los jugadores de estos seleccionados se la juegan toda sin importar
el predio donde estén. Nunca se han cansado de ganar y nunca lo harán, por eso
los colombianos, que ya saboreamos la miel de un título suramericano, debemos
asumir el mismo papel de apoyar y exigir desde la tribuna.
Quiero que Colombia sea campeona y creo que tiene todo
para hacerlo. No me conformo con menos y me parece ser de los pocos que lo
manifiesta abiertamente sin pena ni vergüenza o con el temor de ser señalado como
atrevido. Por eso hoy escribo como aficionado y no como analista, sin que el
equipo haya debutado ante Venezuela, porque tampoco olvido que todo se consigue
en la cancha y enfrentando serios rivales que no quieren regalar nada, pero es
que eso lo saben los campeones.
Lo que no se debe olvidar, y allí se debe marcar diferencia
con respecto a los aficionados gauchos, charrúas y cariocas, es que con la
camiseta ya no se gana como sucedía en nuestro continente, 30 años atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario