Algún día se tenía que perder y a Orlando City no le
tomó mucho tiempo sufrir dicha amargura. Bastaron tres fechas para irse al
camerino sin sumar, esta vez ante Vancouver White Caps, un rival que no salió a
regalar nada aplicando una fórmula muy conservadora y poco vistosa, pero a la
final efectiva que es el propósito final de la táctica colectiva.
Ahora bien, el problema no es la derrota como tal ni
la pérdida de puntos, especialmente cuando se juega de local. Lo verdaderamente
preocupante es revisar algunas cifras que sugieren variantes de manera rápida y
oportuna para evitar una constante que afecte el recorrido del equipo durante
el torneo.
El equipo de Adrian Heath se ha caracterizado por su claro
respeto al trato del balón. En conjunto se juega bien, de manera agradable y
vistosa aprovechando los recursos de un colectivo que tiene componentes de
buena riqueza técnica. Dicha constante se traduce en un amplio “dominio” del
útil hasta el momento. Frente a Nueva York la tenencia del esférico fue de un
51.8% por un 48.2% del rival. Por esta constante se hicieron 15 remates a la
portería por 8 del rival, siendo 4 de ellos acciones claras donde el arquero
Saunders se erigió como figura clave. Una semana después, contra Houston, se administró la
redonda en un 57.8% y el fin de semana anterior, frente a los “gorras blancas”
un escalofriante 62.7%.
En los últimos dos encuentros se buscó la meta del
rival en 25 ocasiones, pero solo 5 fueron remates frontales o con opción de
anidarse en las redes. Es decir que al final la puntería no supera ni el manejo
y deja en evidencia la falta de claridad en el último cuarto de cancha.
Pero por un momento dejemos las cifras que pueden ser
mentirosas para muchos pues resultan debatibles. Algunas veces las estadísticas
sugieren que si tengo 10 pesos y usted nada, en promedio los dos tenemos 5,
aunque no sea ni cercano a la realidad. Por eso miremos la producción ofensiva
de los Leones desde una arista más real.
Lo primero para resaltar es que solo se ha marcado un
gol en 270 minutos (sin los añadidos), lo que arroja una media de 0,0037 goles
por partido. No sumo el tanto de la victoria ante Dynamo porque este fue un
regalo del arquero Tyler Deric y la idea es evaluar lo que se produce en casa.
El único gol marcado fue en el debut por Kaká de
tiro libre, sin contar que la suerte jugó a favor. De ahí en adelante ni
Ribeiro, Rivas o Larin, que han sido los hombres de oficio ofensivo, han podido
celebrar.
Ante Vancouver se vio un equipo carente de ideas
cuando se jugaba en la zona rival. Se intentó abrir la cancha por las bandas,
especialmente por el sector de Ramos, pero esta labor fue improductiva porque
no existe un buen rematador aéreo y Ribeiro no lo es. El brasileño es más un definidor
de área en corto porque siempre se mueve y está acechando y no un virtuoso que
tenga múltiples recursos para ser referente de remate.
El colombiano Carlos Rivas y el inglés Cyle Larin son
dos delanteros fuertes, rápidos y habilidosos, pero no han podido sorprender
porque nunca les han regalado el espacio que requieren para maniobrar. Rivas
tiene una buena media distancia pero se mantiene ajustado al resultado final
que aporta una figura que dispone dos volantes de marca, tres ofensivos y un
solo atacante definido. Es cierto que por momentos se puede atacar con cuatro y
hasta seis hombre, cuando se suman los laterales, pero la pregunta es ¿en qué
momento, aparte de Kaká, los demás han podido evidenciar su contundencia?
El trinitario Kevin Molina es, sin lugar a dudas, uno
de los mejores. Su enorme condición física, su claridad en la entrega y
velocidad lo hacen el socio ideal del estelar carioca. Ahora bien, es un
volante con llegada pero no tiene gol en lo visto hasta el momento. Es más,
sumando los remates a puerta que han tenido su alta cuota de riesgo, solo los
de Kaká pueden ser considerados, no hay otro medio campista que tenga visión de
gol.
Ante Vancouver se pudo apreciar como una táctica netamente
defensiva con una amplia tendencia a jugar en corto y algunas labores
especificas de marca, pueden ser suficientes para cortar los circuitos de creación.
Matias Labas y Gershon Koffie cumplieron una labor silenciosa pero clave al
obligar a que Kaká y Molina no se juntaran y rotaran por toda la cancha.
Se llegó
con Ramos y Brek Shea por las bandas, pero cuando las líneas se adelantaban el
rival se mostraba contundente, especialmente con un atacante tan letal como
Octavio Rivero. Fue el joven uruguayo quien generó las opciones más claras en
todo el partido y solo apareció en cuatro ocasiones. Le metió un balón entre
las piernas a Ricketts que milagrosamente terminó en tiro de esquina; le
empalmó un remate de derecha al meta jamaiquino que hizo temblar el horizontal
y se retorció buscando un servicio de Morales que terminó en gol cuando el
partido se agotaba y dejó a todo el mundo frio en una tarde que se había caracterizado
por su alta temperatura. Estaba referenciado, pero su habilidad marcó la
diferencia y es ese olfato, sumado a las condiciones, las que no hemos podido
apreciar en los atacantes locales. Por eso centrar y centrar o rematar y
rematar, no parecen ser, hasta el momento, las variantes más claras para
empezar a producir goles que sigan manteniendo al equipo en la zona de
postemporada o encumbrado como sucedió después de la segunda fecha.
Dicen algunos expertos del fútbol que la idea de tener
la pelota es intrascendente cuando no se sabe qué hacer con ella. Si se tiene
se gana en defensa pues el oponente es quien debe procurarla para atacar, pero
cuando se maneja y no hay criterio o herramientas de conclusión, no hay
situaciones que una buena defensa no pueda controlar y eso fue lo que
demostraron las “gorras blancas” que se fueron a su casa sumando tres puntos
con un futbol tacaño en materia de espectáculo, pero altamente productivo
cuando se evalúa la cosecha.
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