El abrazo de los jugadores David Luiz y Dani Alves con
James Rodriguez en el centro del campo, el gesto de pedirle al público un
aplauso para el diez de Colombia, revelan lo que sucedió en el gramado. Brasil
sigue en busca de un sufrido título en medio de una fuerte presión, con
cualquier cantidad de especulaciones en las previas y después de los partidos,
pero frente al equipo cafetero salió avante porque supo hacer mejor las cosas,
sin ser superior a su rival.
La primera “cachetada” la recibimos en el arranque del
partido con el gol de Thiago Silva. El grueso error de Carlos Sánchez, en la
marca, y David Ospina en la no salida, donde desprotegió el segundo palo,
seguramente confiando en la posición de su defensores, facilitó que el zaguero
del Paris Saint Germain le ganara la posición desde atrás al volante colombiano
cuando éste referenciaba el balón, poniendo a la escuadra cafetera en una situación
que no le había tocado vivir en toda la prueba: por primera vez estaba en
desventaja, tenía un gol en contra, un estadio arengando a su rival y una
propuesta táctica que, para ese entonces, se había ido al traste. Estas
desconcentraciones cuestan un partido, una clasificación, una ilusión.
Con este gol, Brasil bajó la presión que tenía y pone
a su rival en aprietos. Por eso nos encontramos confundidos, partidos en la
mitad, apelando a las maniobras individuales. Fredy Guarín no entraba en el
partido, Ibarbo lucía impreciso, Cuadrado quería marcar la diferencia solo, James
empujaba pero no había asociación, y Teófilo no transcendía porque el volumen
ofensivo era pírrico. Muchos vacios para taponar sin un plan previo.
La concentración de Yepes y Zapata evitó mayores
problemas. Había un boquete enorme en la mitad y Brasil lo aprovechaba. Ni
Armero, ni Zúñiga podían desahogar la salida. Estábamos mal, deslucidos, sin
claridad. Por eso el conjunto de Scolari nos superó, midió al arquero, nos
sacudió. Solo un remate de Juan Guillermo por derecha, que pasó cerca al palo
izquierdo de Julio Cesar, fue lo único importante que se dio en la primera fracción.
Para la parte complementaria mejoramos, pero no lo
suficiente. Teníamos la pelota, pero no éramos profundos. La estadística muestra
ni un solo remate a puerta con riesgo pues Julio Cesar cuidaba, mientras su
defensa hacia el trabajo: pegar, pegar y pegar. Nada raro, se los había advertido,
no tienen pudor en este apartado.
Un cobro de costado termina en un gol anulado, después
de varios rebotes. Hubo protestas del capitán y la duda sobre la óptica del juez
de línea. La repetición confirma que Yepes si estaba adelantado por una nariz,
pero estaba. Participa en la jugada y saca provecho de la misma. El gol no valía,
punto.
Minutos más tarde, de nuevo con pelota quieta, otro
defensor, David Luiz, marcó un golazo de tiro libre. Desde muy lejos le pegó de
una manera extraña, poco ortodoxa, pero con fuerza y convicción. David voló,
hizo su mejor esfuerzo, pero era un misil, lanzado con furia, así como lo
celebró. De la misma manera que Muslera se estiró evitando que James marcara
uno de los mejores goles del Mundial cuando enfrentamos a Uruguay.
El otro gran error fue entrar en el juego brusco. El
partido fue muy friccionado, partido por tantas faltas. Hubo 54 en total,
recordando que en el duelo Brasil-Chile se marcaron 51. Una tendencia que ha caracterizado
al equipo de Scolari, pegan sin ruborizarse. Por momentos Colombia se preocupó más
por discutir las decisiones del árbitro que por jugar y eso le favoreció al
local pues la desconcentración y el coraje eran evidentes. Desde el arranque le
apostaron a eso. La salida de Neymar es un claro ejemplo de lo que se estaba
viviendo y el mismo Zúñiga lo confirmó en sus declaraciones posteriores. “Estábamos
jugando fuerte, pero nunca quise hacerle daño” manifestó.
En un duelo como el de Holanda-México, con series
extras, solo se registraron 20 faltas, por eso aquel partido fue vistoso,
agradable, cosa que no se dio en la ciudad de Fortaleza. Ahora un sector de la opinión
(no lo ven así en ninguno de los países europeos) quiere culpar al señor Carlos
Velasco Caraballo como responsable de la derrota y no podemos entrar en esa línea.
El español no fue prenda de garantía en lo disciplinario no por sancionar, sino
por no hacerlo con la cartulina en mano. Sabíamos que Brasil con 8 amonestados sería el
más afectado por esta circunstancia. De allí se deriva la malicia que genera su
arbitraje para muchos, pero no obviemos que en este Mundial los árbitros han
sido reacios a mostrar las tarjetas tal vez por no perjudicar a los equipos y
sus grandes figuras en términos generales.
Los populares “clavados” en el área se han dado en
cantidad y ningún jugador ha visto el cartón amarillo como dicta el reglamento,
en una clara muestra de que los centrales fueron advertidos de no afectar a los
equipos por esta circunstancia. ¿Error de la FIFA? Quizás, pero en este orden
de ideas se concluye que si bien el arbitraje atentó contra el normal
desarrollo del partido, no incidió en el resultado. Esta no es la excusa para sanar
las limitaciones que tuvo el equipo en lo futbolístico. Más allá del penal
sobre Bacca, que fue sancionado sin dudas, no tuvimos un remate a puerta, llegábamos
pero sin claridad, sin asociación, degenerando nuestra incertidumbre en un
Brasil desesperado, sacando la pelota a cualquier parte, mordiendo a cada centímetro,
con un técnico sufriendo y mirando el reloj, sin dejarnos acercar o carburar
con propiedad.
Las estadísticas, que ahora sí sirven porque no se
especula con ellas, muestran que Ospina estuvo más activo que Julio Cesar, pues
fue más exigido. Confirman que Brasil estuvo un 18% más acertado en la recuperación
que nosotros. Completamos 369 pases y los brasileños 368; hicimos 31 cobros
directos por 26 de ellos con seis tiros libres a favor por cinco para Brasil.
Es decir, todo muy apretado, como se antojaba.
Se nos olvidó que no solo por ser local, Brasil tiene
esa magia de los equipos grandes. La misma que tiene Alemania, Argentina y
Holanda. Oncenos que están acostumbrados a estas instancias, que saben lo que
se vive en ellas. Es, tal vez, una de las mejores experiencias que aprendimos
con este equipo de Pekerman. Nunca habíamos vivido la angustia de una previa
tan complicada. Hubo gente que no durmió y se enfermó de la ansiedad y está
claro que superada la historia ya nunca estaremos satisfechos si no llegamos a
Cuartos o más porque ya probamos de esa miel, como le pasa a los mexicanos, es así
de fácil. Hoy sabemos por qué le duele tanto a los españoles, ingleses e
italianos su temprana eliminación. Los aficionados de estas delegaciones están enseñados
históricamente a vivir esto que para nosotros fue una deliciosa novedad.
Queda una sensación amarga porque entendemos que se podía
ganar y las lágrimas de James lo confirman. No podemos aseverar que hubo protección
de la FIFA para descargar la frustración. Brasil estuvo a punto de irse del
Mundial con Chile, a un penal de sembrar la vergüenza y la va a pasar muy mal
con Alemania, se los garantizo. Por eso frente a Colombia salió a buscar un
resultado y a defender su continuidad cortándole los circuitos a un equipo que
sabe con la pelota, que tiene jugadores muy habilidosos que no tuvieron su
mejor tarde porque cayeron en las redes de la experiencia.
Haber dicho que el partido seria equilibrado, que
Brasil no jugaría bien, que pegaría sin complejos, como lo hice en la nota
previa, era simplemente poner en evidencia una constante de juego en cada
salida, y en este partido no fue la excepción y no lo será, pueden firmarlo.
Ahora que el resultado ni la historia van a cambiar,
lo invito a ver el partido de nuevo (el ejercicio ya lo hice dos veces). Si lo
hace, notará que hay situaciones que poco a poco se hacen más claras. Una cosa es
verlo con el corazón y el pulso acelerado, con la fuerza del alma en cada jugada,
sintiendo el accionar de cada maniobra como si se estuviera en la cancha, y
otra muy distinta cuando estos ingredientes que genera la inmediatez no
existen.
Colombia realizó un gran Mundial. Había pronosticado
que tenía para ganar cinco partidos, pero no para ser campeón porque tal vez
nos está faltando eso que hemos empezado a sumar con esta actuación. Nos hemos
quedado en el quinto agotando toda la existencia de vergüenza que existía, sin
dejar de sudar cada balón, sin pelear hasta el último segundo. Regresamos a la
elite mundial con un grupo de jugadores que valen y justifican su trabajo en el
exterior. Con un James inmenso, ídolo y figura, respetado y querido, goleador y
genio, por eso los brasileños pidieron un aplauso para despedirlo.
Ahora queda seguir defendiendo lo hecho con seriedad y
trabajo. Invirtiendo en la juventud, mejorando un torneo de mediano nivel,
preparando un camino, abonándolo para no esperar otros 16 años antes de vivir
tan grata experiencia.
Gracias muchachos, gracias de verdad porque todo lo
que hicieron ha dejado la imagen de un país muy en alto. Bastaba leer los
matutinos del mundo para descubrir que de Colombia se habló mucho, y muy bien,
mientras estuvimos en competencia. Esta es la verdadera ganancia de la
capacidad y compromiso que mostraron. Dios les pague.
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