Esta vez escribo con el respeto absoluto que merecen
mis colegas activos. A pesar que hace varios años no estoy en los medios, nadie
me puede quitar la maravillosa experiencia de haber militado en distintos
canales de comunicación a lo largo de dos lustros en procura de ser serio y
objetivo, de eso a los que la gente le cree, lee y escucha.
Sé que el titular capturó su atención y posiblemente
no está de acuerdo para nada con el mismo. Sin embargo, quiero dejarle algunas apreciaciones
que espero sean coherente para que entienda lo que al parecer se nos ha
olvidado.
Despuntando en mi carrera, recuerdo haber dirigido un
partidillo de fútbol de categoría infantil en una de las canchas del parque
Flushing de Queens (NY). Aquella mañana sancioné de manera improvisada todas
las acciones que consideré violaban el reglamento.
Mostré dos
tarjetas amarillas, expulsé a un gordito muy fuerte y desleal. No invalidé dos
fuera de lugar según el respetable que seguía el encuentro desde la raya y no
pité un penal que para muchos existió (para otros no). Al final la gente se fue
contenta con mi trabajo, en su mayoría, mientras otros me advirtieron de los
errores cometidos, según ellos. Yo estaba tranquilo.
Desde ese día prometí mantenerme actualizado sobre la reglamentación
del juego y sus variantes y procurar comentar siempre apelando a la primera impresión,
es decir aquella que se puede igualar con la del árbitro en las milésimas de
segundo que tiene éste para aplicar el reglamento. Nada más justo, me parece.
Desde que inició el Mundial, tras la aparición de las imprecisiones
arbitrales en el duelo Brasil-Croacia, expresé en la estación donde participo
todas las mañanas, mientras dura el evento y a manera de colaboración, que para
mí era difícil creer que Brasil fuera a ser llevado a la final con la
complicidad de los centrales y sus auxiliares. Si este fuera el caso, entonces
para qué hacer un evento que puede ser visto y fiscalizado por el mundo entero
a través de la magia de la televisión. No tiene sentido ni lógica.
La FIFA, no se les olvide, es la dueña de la señal y
la vende para todo el mundo. El planeta entero ve exactamente las mismas imágenes
sin otra opción. Transmisión que, valga el momento, es excelente.
Es cierto que han existido fallos, jugadas polémicas,
acciones que todavía no tienen un criterio unificado pues para unos fue y para
otros no. Yerros que son defendidos por la máxima rectora mundial y su comité encargado,
al considerar que en ese “error humano” hay un encanto histórico que le robaría
al deporte su esencia si la tecnología atentara contra el desarrollo del mismo.
Por eso hoy los árbitros están mejor capacitados y tienen mayores elementos
para comunicarse entre ellos, pero quién puede decir que no hay situaciones tan
rápidas que sorprende la capacidad que tienen para aplicar las reglas de juego.
Son profesionales sin lugar a dudas.
Durante el Mundial he seguido cada partido de distintas
maneras. Cuando los he visto en diferido me ajusto a los comentarios de Univisión,
y si es en directo sincronizo mi DVR con alguna estación de radio por internet
de distintos países, según el equipo que juegue, siempre y cuando sea en español,
por supuesto.
He seguido transmisiones de Colombia, México, Costa
Rica, Hondura, Uruguay, Argentina, España y Chile. Al final, siendo todos muy
buenos en su narrativa y comentarios, casi todos incurren en el error de
cuestionar la decisión arbitral después de ver el video. Antes, mientras la acción
se da, se abstienen de comentar algo o simplemente vieron las cosas tan
ajustadas, que manifiestan “querer ver el video primero”. Con esta herramienta
todos se atreven a opinar después, porque no le temen al error y miren que hay
momentos en que ni así se ponen de acuerdo.
¿Quién de ustedes, amables lectores, me puede decir
que el penal de Márquez sobre Robben no lo fue cuando la acción se dio? Lo fue
sin lugar a dudas, hasta que vimos la repetición y escuchamos el pontificado de
los comentaristas. Es más, eran las 11 de la noche y en el set de Univisión no
se ponían de acuerdo. Bracamonte y Stoichkov decían que si lo fue, y los otros
que no o, inclusive, que les quedaba la duda. Eso sí, el árbitro fue malo,
perverso, perjudicó a México etc.
Hay jugadas de fuera de juego que todos protestamos en
el momento, pero cuando vemos la repetición nos quedamos callados, porque el
lateral vio una pestaña adelantada y estuvo acertado. Algunas veces se
equivocan, pero la verdad es que impresiona el gran promedio de aciertos que
tienen en situaciones milimétricas.
Los analistas han caído en ese error. Los he oído decir
que fue penal en el momento y retractarse cuando ven la reiteración. Eso sí, de
nuevo, el único que se equivocó fue el árbitro que sigue allá afuera corriendo
y procurando lo mejor, sin saber que está siendo sentenciado desde las cabinas
de transmisión que son, en definitiva, desde donde se mueve la tendencia y la opinión.
Por eso ver los improperios en las redes sociales contra los árbitros no es
otra cosa que la consecuencia de lo que el respetable consume a través de los
medios.
La FIFA decidió desde hace tiempo que en las pantallas
de los estadios solo se pasen los goles o las jugadas de riesgo, para evitar
malestar en las tribunas que generen conflictos. Ahora bien, ¿cómo sería si la
medida quedara en efecto para la señal de televisión y tuviéramos que ver un
Mundial sin el apoyo del video en este tipo de jugadas para resguardar a los árbitros?
Seguramente crearía suspicacia y nadie lo aprobaría, por eso no creo que la
FIFA decida clavarse el puñal en la yugular si tuviera la intención de
favorecer a un equipo en especial. Me parece, más bien, que el problema pasa
por la enorme presión que llevan los árbitros cuando tienen que dirigir
compromisos de gran interés, con unas tribunas llenas y con la obligación de
equivocarse lo menos posible.
Ahora le toca a Colombia enfrentar a Brasil y ya
empiezan a circular los comentarios que advierten el peligro de un arbitraje amañado.
Espero que nada de esto suceda (como al final sucedió con Chile), y estemos a
las puertas de ver un partido de alto voltaje con el balón. Si hay errores por
parte del central, ojalá que los mismos puedan ser vistos en el momento, que
sean evidentes e inobjetables cuando se dan, para que las dudas no existan y no esperar la bendita
repetición para atrevernos a juzgar y sentenciar al central o sus líneas.
Me perdonan de nuevo, pero dejemos de ser tan
acomodados y ventajosos en esta línea de criticar un oficio que es, por demás,
supremamente difícil. El penal de Márquez sobre Robben fue penal, así lo vi y así
lo hubiera sancionado de ser árbitro. Lo demás sirve para evaluar cosas que
posiblemente sean material para una nota mas y no para juzgar la moral de un
hombre que solo quiere hacer su trabajo. Por eso de este tema hablo poco,
prefiriendo escuchar a los expertos en la materia.
En aras de la equidad, valoremos un arbitraje cuando
la acción se produce, en el segundo preciso. Si ahora con la tecnología de la súper
cámara lenta es tan difícil apreciar una falta y valorar la misma desde
distintos ángulos, por varios segundos, como no pensar que un central no pifie
si solo tiene una fracción de tiempo y una sola óptica para impartir justicia.
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