domingo, 13 de julio de 2014

HOLANDA PONE SAL EN LA HERIDA

  Las sonrisas de Luis Van Gaal y sus dirigidos al término del partido fue una directa contradicción a la previa al duelo contra Brasil. Antes del puntapié inicial se dijo de todo, pero al final quedó confirmado que este partido si tiene un interés que va más allá de ser la antesala de la frustración por no jugar la final.

  Buscaron todos los argumentos posibles pero los mismos no tienen asidero a pesar de no estar en disputa nada más que el honor de cerrar con broche de oro casi tres años de trabajo y esfuerzo. Que el partido no es necesario, que es una pérdida de tiempo, un desgaste físico etc. Sin embargo la felicidad fue evidente después de liquidar al local 3-0, como tiene que ser cada vez que se gana. Que no fueron los primeros, eso es otra cosa, pero tuvieron su chance y se quedaron en la fase de penales. Una cuestión deportiva, no del certamen.

  La verdad sobre el duelo ganado por los holandeses es una, muy simple: el partido forma parte del esquema del torneo establecido desde el principio y conocido por todos los participantes, sin obviar que no se juega gratis (el ganador recibe 24 millones de dólares). Otro aspecto importante es que ellos forman parte de una vitrina que el mundo quiere ver, son profesionales, viven de este negocio y así tienen que actuar.

  Tampoco valen las odiosas comparaciones porque el Mundial se juega cada cuatro años y en él se conjuga el sentimiento de cada país que participa, del mundo entero. Un club exclusivo que reúne tan solo a los mejores 32 del planeta, a los invitados de un torneo que ofreció opciones a todos y al cual llegaron, en la instancia final, los mejores de cada federación.

  El tercer lugar, más allá de ser “decoroso”, es la posición alcanzada después de de casi 30 meses de competición y un mes de dura lucha por alcanzar el lugar supremo. Por eso lo tienen que jugar y ojalá que nadie vuelva a cuestionar la importancia de un partido que siempre tiene tribunas llenas, televisión mundial y es seguido con especial atención, como se ha hecho en los 60 partidos anteriores, porque allí llegan selecciones que solo en esta instancia podemos ver enfrentadas. Tal vez no vale nada en lo deportivo, pero forma parte de un espectáculo pagado con anterioridad. ¿Será tan difícil de entender?

  En el otro campamento la situación era peor que jugar un partido más. Brasil llegaba con la obligación de empezar a borrar la histórica caída ante Alemania en Semifinales, pero confirmó que de recursos tenía más bien poco. Hasta vergüenza les faltó y tuvo que sentir una pena horrible al ver la casa llena, pintada de amarillo y con espectadores que siempre los alentaron hasta el último minuto, en espera de ver lo imposible. Siempre confiando en que su equipo iba a sacar la casta y mostrar porqué han rayado la historia como la mayor potencia de este deporte. Pero no fue así y no podía ser de otra manera. 

Brasil cerró su participación reafirmando el pésimo momento deportivo que vive, la debilidad mental de sus jugadores ante la exigencia de una responsabilidad histórica y con una muestra de recursos mínima, pobre, sin peso ni jerarquía. Los únicos liberados de toda culpa fueron los integrantes de aquella selección maltratada de 1950 que tuvo que esperar 64 años para poder ser redimida y no precisamente con una página gloriosa.

  El 3-0, más allá de lo estadístico, también sirvió para ver que la protección de los árbitros para el país organizador fue un fantasma creado por la impotencia de los conjuntos que partieron antes de tiempo o cuando la expectativa procuraba mas.

  El penal sobre Robben lo fue en el momento, pero como siempre, incluyendo los narradores de Univisión que así lo vieron y lo cantaron en primera instancia, todo el mundo cambió de opinión tras ver la repetición. Lo vi penal y así lo hubiera sancionado, pero el error, porque este si lo fue, es que Thiago Silva merecía la roja inmediata, no amarilla. Craso error del central, como lo fue el del línea en el segundo tanto. La acción parte de posición viciada y de nuevo el afectado fue el cuadro de Scolari que “tenía” que ser protegido.

  Además, para rematar, no se había amonestado en toda la prueba un solo jugador que se lanzara fingiendo una falta (siendo Robben el gran favorecido), pero justo el único que queda registrado por esta instancia, después de 61 partidos, es un brasileño (Oscar) por una acción más clara que el penal sancionado. Se equivocaron los árbitros, es cierto, pero el Mundial cierra como uno de los buenos.






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