domingo, 13 de julio de 2014

ALEMANIA CONQUISTA AMERICA

Mario Gotze es el nombre del verdugo, el asesino de un sueño. El hombre que esperó con paciencia, casi de manera imperceptible, a que el reloj marcara el fatídico minuto 113 para surgir de la nada y callar la boca, lacerar un sentimiento, una ilusión. Con su gol, de bella factura por la definición y por la inmensa corrida de André Schurrle quien centró de manera perfecta por izquierda, Alemania se impuso por la mínima diferencia a la Argentina en un compromiso muy disputado, aguerrido y bravo. Clásico y adecuado para una final con equipos de características y propuestas equidistantes, polarizadas y disparejas.

La victoria de los alemanes no debe ser sorpresiva, de ninguna manera. Fue el campeón merecidamente y de paso selló una campaña brillante, antes y durante el Mundial. Fue un equipo compacto, frio si se quiere, inteligente y sobre todo capaz. Con muchas variante y un grupo de jugadores que se comprometieron a darlo todo como conjunto sin depender de uno solo. Una máquina engranada para ganar, demoler y generar fútbol, cerrando un ciclo de casi ocho años de trabajo.

Argentina, antes de llorar la derrota, tuvo tres opciones clarísimas para lograr lo imposible, dentro de sus limitaciones y dolencias. Primero fue Higuaín, solo, de frente a la portería y la pone a un lado tras empalmar un remate de principiante, se desvalorizó. 

El segundo es de Messi, del diez, el genio, y tampoco la pudo meter con su pierna preferida. La pelota pasó cerca del palo izquierdo de Manuel Neuer, pero no marcó ninguna diferencia pues fue un amague mas que no sumaba. Y el tercero, fue de Rodrigo Palacio, con la misma constante de estar mano a mano y tampoco fue la vencida. Lo puso arriba, intentando superar una torre y el balón terminó una vez más robando el grito de la parcialidad suramericana que concluyó llorando. No porque su equipo haya jugado mal, no. Hizo lo planeado, de acuerdo a los recursos, apelando al coraje, la concentración y el sacrificio característico.

El público terminó inundado de lágrimas porque después de 24 años esperaban saborear una vez más esa miel que ya ni se recuerda desde 1986. Es que eso fue el siglo pasado, ya suena a viejo. Por eso soñaban con escribir su historia en el nuevo milenio y de paso defender el continente sin darse cuenta que, por primera vez en la historia, como muchas cosas que se dieron en esta prueba, se dejó escapar el trofeo hacia el Viejo Mundo. Siempre, hasta este entonces, uno de los nuestro lo organizaba y el mismo u otro lo hacía respetar. Esta vez no, el mejor nos irrespetó como continente y hoy disfruta su superioridad.

Alemania campeón, que más se puede decir, fue el mejor sin lugar a dudas. Nadie discute lo indiscutible y hoy celebran porque con gallardía se debe reconocer que fueron los mejores, de principio a fin.

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