La estadística dice que si usted tiene 50 dólares y yo
no tengo nada, en promedio tenemos 25 dólares cada uno. Por eso considero que
lo sucedido en anteriores duelos directos entre colombianos y brasileños sirve
para especular en la previa, pero no es determinante de cara al duelo del
próximo viernes por Cuartos de final. Esto lo menciono, porque hace días una
firma consultora hizo un estudio detallados de las probabilidades que tiene
cada equipo para ser campeón del Mundial, y el mismo, siendo interesante,
concluyó que Brasil tiene el 45% de probabilidades contra un 5% de Colombia. Es
decir que para los “expertos” en números, no tenemos ningún chance. Ahora bien,
miremos a los dos equipos por la realidad que viven en esta prueba y saquemos
nuestra propia conclusión.
A Brasil le ha pesado ser local en esta Copa del
Mundo. Está obligado a ganarla y menos de eso no espera su afición, todo lo
contrario sería un fracaso sonoro. Nadie quiere repetir el histórico suceso de
1950, independientemente que no sea Uruguay el directo protagonista. Por eso
llegar al Maracaná y dar la vuelta olímpica no es un sueño, es una
responsabilidad total que se siente en cada partido.
El equipo de Scolari no ha jugado bien y no esperemos
que juegue bonito, pues no es la filosofía de un estratega a quien solo le
interesan los resultados, según él mismo lo ha dicho. Sin embargo, más allá de
esta ideología, Brasil no ha podido ser el colectivo que deslumbra y siembra
terror, siendo temible por la composición de su plantilla, algo que no se puede
olvidar porque el potencial es real, existe.
En su última salida contra Chile quedó en evidencia
que es un equipo al que se le puede ganar y llevarlo al extremo de la agonía.
Por eso el llanto y los abrazos al concluir el compromiso, deben ser
interpretados como signos de la gran presión a la que es sometido el grupo. En
aquel momento estuvieron cerca de vivir la pesadilla de ese nuevo “Maracanazo”
que los persigue desde el puntapié inicial y que no se registró porque en la
serie de penales tuvieron la suerte del campeón. Este es un factor especial
porque tiene dos aristas. La primera, es que el impacto sicológico de versen a
un paso de la eliminación sea adverso y deje en evidencia todo el stress que
vive el conjunto como tal en cada salida, y la segunda es que observando su
imagen rendida por el esfuerzo, la cual le dio la vuelta al mundo en los
principales rotativos, decidan salir a demostrar lo contrario, es decir con una
motivación y un ingrediente extra.
¿Es esto bueno? Si se maneja bien sí, porque están
obligados a marcar diferencia contra Colombia y cualquier desventaja los puede
hacer perder la calma, si no olvidan que al frente tendrán a uno de los equipos
mejor definido por su propuesta, plantilla, números y prensa mundial. El combinado
cafetero llega invicto a este duelo y los brasileños no, algo que no concreta
nada, pero que marca un indicio del momento actual que dista mucho de lo que se
pensaba antes de iniciar el evento. En este apartado, el punto es para
Colombia.
Arrancando desde atrás diremos que los dos arqueros
han cumplido su misión. David Ospina siendo mucho más en momentos claves,
especialmente cuando Colombia ha cedido la pelota y se abroquela en el fondo.
Julio César, por su parte, ha rendido lo esperado y confirma porque es el
titular. En la clasificación contra Chile jugó un papel definitivo para evitar
la debacle y puso a su equipo en esta instancia. Los dos son muy buenos,
repito, y difíciles de vencer.
Las zagas y el ataque también han mostrado un
rendimiento equilibrado. En los cuatro partidos Colombia ha recibido dos goles
y ha marcado once (+9), siendo el segundo mejor del Mundial, después de
Holanda, mientras que el local encajó el mismo número en contra y ha anotado
ocho (+6). Hasta aquí todo pareciera muy parejo, inclusive el hecho de que casi
el 50% de los goles alcanzados por ambos conjuntos estén en los botines de dos
jugadores. Cuatro ha marcado Neymar y cinco James Rodriguez.
La diferencia, por guarismos, es que Brasil es más
insistente en los predios del rival, es decir que se muestra más con el balón
con una media de 56% en la tenencia del mismo, un 70% de efectividad en la
entrega y casi 18 disparos directos a la portería. Algo que Colombia debe
analizar, pues en casi todos nuestros enfrentamientos el equipo de Pekerman,
por momentos, se ha retrasado y permitido que el rival genere mayor volumen
ofensivo. Le pasó con Grecia, Costa de Marfil, por fracciones contra Japón y
así terminamos contra Uruguay. Situación que no puede ser omitida simplemente
porque ganamos y estamos en esta instancia. Quien
diga que no terminamos “apretando los dientes” en cada partido miente (por algo
Ospina está entre los mejores), y si lo hace espero que Brasil no les haga ver una realidad que pocos hemos admitido.
Lo anterior ayuda a entender porque nuestro equipo
tiene un 43% el esférico como media, lo entrega con propiedad un 70% de las
veces que lo controla y maneja un promedio de 12 remates a puerta por
encuentro. Si a Brasil se le da esta ventaja, entonces a “apretar el moño”
porque ellos no especulan y tienen elementos que saben con el útil en sus pies
de manera individual y colectiva. Es decir, para redondear, que en este duelo
quien tenga y administre mejor la pelota va a marcar la diferencia, porque
Brasil es mayúsculo cuando le permiten jugar. No es, de ninguna manera, un
equipo que se iguale a los rivales que hemos eliminado.
En el apartado de la marca y la recuperación, que
también hará diferencia absoluta, la canarinha llega con ocho jugadores
condicionados por amarilla y Colombia tres. Un pequeño detalle a tener en
cuenta si se piensa en un partido adicional en Semifinales, pudiendo jugar a
favor nuestro, pues el encuentro se antoja friccionado por la necesidad de
procurar la redonda en la zona media, como lo he mencionado, pero con un plus:
a los locales no les duele pegar. La clásica escuela, esa donde le pintaban la
cara al rival con regates, ya no existe.
Al inicio de la semana se tenía puesta la mirada en el
cuartel carioca en espera de saber cómo respondía Neymar, pues se especulaba
que no estaría desde el arranque por una molestia de rodilla, lo cual ya fue
desvirtuado por el departamento médico de la “selecao”. Esa posibilidad jugaba
a favor de Colombia porque no tener disponible el mayor referente del equipo
causaría un efecto sicológico negativo, como le sucedió a Uruguay sin Luis
Suarez. Ahora bien, más allá de si esto hubiera sido real o no, o de si el brasileño
está al 100%, Colombia entiende que para ir avanzando estos detalles dan
ventajas que se pueden explotar, pero no son la garantía del éxito. El problema
era de ellos porque nosotros, sin importar qué, tenemos que salir a jugar lo
que sabemos.
Un factor clave es la presencia de Pekerman en
Colombia. El técnico argentino tiene una ascendencia notable y sabe cómo
dosificar el triunfalismo que se escucha desde todas partes. Que la afición y
los medios estén confiados de que se puede avanzar es una cosa, lo importante
es que el timonel es sabio para evitar que ese fenómeno “infecte” y relaje al
grupo. Entre más concentrados se mantengan y no pierdan el horizonte de su
potencial, pero en especial de sus limitaciones, porque las tenemos y serán
aprovechadas por Scolari si nos estudia bien, mayores serán las probabilidades
de sacar el partido adelante.
Es importante que Jackson y Teófilo estén finitos, si
es que se juega con dos en punta. Que ojalá puedan concretar lo que se carbure
en ofensiva ya que James será, al igual que con los charrúas, un referente de
marca obligado, lo mismo que Juan Guillermo Cuadrado.
Se especula sobre la posible presencia de Quintero al
lado de James desde el arranque, para generar mayor volumen de fútbol y liberar
a Rodriguez de ser el único motor del equipo, en especial por la sombra que le
espera.
El problema no sería este, sino qué tanto tenga
Colombia el balón. De recuperarlo y entregarlo progresivamente bien, ajustar
los relevos por las bandas, tanto en ataque como en defensa, así como la
contención delante del cuatro de fondo, que será con dos o tres volantes de
marca, dependerá que otro mediocampista de armado pueda influir positivamente
en la estrategia porque, repito, si los colombianos no renuncian al esférico,
se antoja un duelo muy friccionado y quebrado. Por allí surge la opción de la
verticalidad en los pases, los centros de costado que pueden ser opciones válidas
para las dos escuadras si los hombres de ofensiva se mueven bien.
Entonces, para resumir, admito fervientemente que
Colombia tiene el equipo y los recursos para ganarle al local por el momento
deportivo e histórico que viven los dos. No somos más, pero tampoco menos, eso
es un hecho. Ese cuento del 5% que se lo vendan a otro.
Soy un convencido de que si mantenemos una actitud
agresiva, como lo hizo Chile, podemos escribir un capítulo más en esta renovada
historia. Por eso aplaudo y traigo como ejemplo lo hecho recientemente por Alemania
contra Argelia. Los africanos fueron más duros de lo que cualquiera hubiera
podido esperar. En el tiempo de alargue se encontraron con un gol en contra y
estaban obligados a ir por el empate. Pero en ese momento los teutones, con el
físico agotado, sin piernas, con jugadores acalambrados, inclusive, siguieron
teniendo la pelota, asociándose, buscando imponer condiciones, en vez de
aguantar y esperar al rival como lo hicieron México y Costa Rica contra Holanda
y Grecia respectivamente.
La gran diferencia de los equipos que tienen
mentalidad ganadora es que no buscan un resultado, lo generan siempre con el
útil en los pies. Factor clave para aprovechar con un grupo riquísimo por su
técnica que esperamos ver en su máxima expresión porque de aquí a una final
solo nos quedan dos partidos y tenemos todo el derecho del mundo para soñarlo.
Ahora bien, si las cosas no se dan y nos toca regresar
a casa por aquellas cuestiones del deporte, que sea este el momento para
agradecerle a todos los componentes de este equipo por el gran Mundial que nos
han hecho vivir, por regresar a la elite orbital, pero principalmente por unir
y poner el nombre de Colombia muy en alto.
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