martes, 8 de julio de 2014

BRASIL NO PIERDE UN MUNDIAL, PIERDE LA IMAGEN

Pena, tristeza, dolor y llanto. Esos son algunos de los sentimientos que ocupan el pecho de un país donde el fútbol no es un deporte, es una religión. Un sector del mundo donde hemos visto brotar los mejores; generaciones maravillosas de jugadores que han deslumbrado con su capacidad, su picardía e inventiva. Muchachos traviesos con el balón, alegres en su propuesta y convencidos de que son absolutos pues la historia y los títulos los respaldan.

Sin embargo, esta vez, nada de lo anterior fue evidente desde el arranque de la prueba hasta la humillante eliminación frente a los alemanes 7x1. Lo que hemos visto no es normal y no se repetirá pronto, de eso pueden estar seguros. Es histórico lo vivido por muchos aspectos, pero más allá de la deshonra deportiva, los brasileños entienden que no son lo que eran porque renunciaron a una vocación, a una filosofía de juego que enamoraba y robaba aplausos.

Quisieron cambiar su historia con un juego apático y mezquino, con un técnico conservador y errado, con un grupo de jugadores peleadores pero limitados, pretendiendo ser campeones del mundo sin la firma de los grandes que han vestido esa camiseta.

Hoy las redes sociales, esas que escandalosamente no perdonan, que les dan el poder a todos de desfogar sus pasiones, se ríen de un país, de su historia, su fútbol, su gente y terrible momento. Situación que tristemente revela lo que somos como especie.

Muchos creen que se hizo justicia, pero eso en el deporte no vale, ni mucho menos que Dios estuvo presente. Aquí nadie vino a vengar ninguna especulación o resentimiento previo por una eliminación, no que pena. En el encuentro los alemanes jugaron a ser finalistas y saldrán a ser campeones porque para eso se han preparado y están mentalizados, de eso no hay duda.

Lo que se dio es el resultado de aquellas cosas que tienen vigencia en 90 minutos dentro de un gramado. Ahora, más que nunca, nadie puede hablar de protección de la FIFA, que los árbitros etc. Los siete goles de Alemania ratifican que en este deporte solo vale jugarlo y hacerlo bien, como ellos lo han demostrado desde que iniciaron el proceso clasificatorio. Con madurez y porte de campeón, con estilo y convicción, sin renunciar a nada, sin esperar nada más que aquellas acciones que progresan cuando se tiene el balón, por eso lo cuidan, lo administran, lo tratan bien. Son los mejores según las estadísticas de la prueba, en todo.

A Brasil se le olvidó jugar y prefirió pegar, ajustarse a los límites del reglamento obviando que por tradición conquistaban con ese juego que enamora la retina. Muy pobre en lo colectivo, en lo individual. Una discreción total que es lo más vergonzoso de todo y están apeados porque enfrentaron, por primera vez, a un equipo con jerarquía, de esos que no comen cuento de camisetas ni localías, como no lo había hecho en toda la prueba ningún otro equipo, de aquellos que siempre son protagonistas y la gente todavía se pregunta por qué.

La canarinha está eliminada por dejo en evidencia unas limitaciones exageradas para los pentacampeones y porque al frente se midió a un rival que también es grande en la historia de este deporte y que no perdona si le dan lo que busca, pues tiene un grupo que suma por unión y no por depender de una sola figura, nada más sencillo. Lo demás, como siempre, son cuentos chinos.
Ya tengo al primer finalista de mis pronósticos (leer nota previa), y ahora a esperar que Argentina defienda el continente contra otro de los favoritos.



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