Pena, tristeza, dolor y llanto. Esos son algunos de
los sentimientos que ocupan el pecho de un país donde el fútbol no es un
deporte, es una religión. Un sector del mundo donde hemos visto brotar los
mejores; generaciones maravillosas de jugadores que han deslumbrado con su
capacidad, su picardía e inventiva. Muchachos traviesos con el balón, alegres
en su propuesta y convencidos de que son absolutos pues la historia y los títulos
los respaldan.
Sin embargo, esta vez, nada de lo anterior fue
evidente desde el arranque de la prueba hasta la humillante eliminación frente
a los alemanes 7x1. Lo que hemos visto no es normal y no se repetirá pronto, de
eso pueden estar seguros. Es histórico lo vivido por muchos aspectos, pero más allá
de la deshonra deportiva, los brasileños entienden que no son lo que eran
porque renunciaron a una vocación, a una filosofía de juego que enamoraba y
robaba aplausos.
Quisieron cambiar su historia con un juego apático y
mezquino, con un técnico conservador y errado, con un grupo de jugadores
peleadores pero limitados, pretendiendo ser campeones del mundo sin la firma de
los grandes que han vestido esa camiseta.
Hoy las redes sociales, esas que escandalosamente no
perdonan, que les dan el poder a todos de desfogar sus pasiones, se ríen de un país,
de su historia, su fútbol, su gente y terrible momento. Situación que
tristemente revela lo que somos como especie.
Muchos creen que se hizo justicia, pero eso en el
deporte no vale, ni mucho menos que Dios estuvo presente. Aquí nadie vino a
vengar ninguna especulación o resentimiento previo por una eliminación, no que
pena. En el encuentro los alemanes jugaron a ser finalistas y saldrán a ser
campeones porque para eso se han preparado y están mentalizados, de eso no hay
duda.
Lo que se dio es el resultado de aquellas cosas que
tienen vigencia en 90 minutos dentro de un gramado. Ahora, más que nunca, nadie
puede hablar de protección de la FIFA, que los árbitros etc. Los siete goles de
Alemania ratifican que en este deporte solo vale jugarlo y hacerlo bien, como
ellos lo han demostrado desde que iniciaron el proceso clasificatorio. Con madurez
y porte de campeón, con estilo y convicción, sin renunciar a nada, sin esperar
nada más que aquellas acciones que progresan cuando se tiene el balón, por eso
lo cuidan, lo administran, lo tratan bien. Son los mejores según las estadísticas
de la prueba, en todo.
A Brasil se le olvidó jugar y prefirió pegar,
ajustarse a los límites del reglamento obviando que por tradición conquistaban
con ese juego que enamora la retina. Muy pobre en lo colectivo, en lo
individual. Una discreción total que es lo más vergonzoso de todo y están apeados
porque enfrentaron, por primera vez, a un equipo con jerarquía, de esos que no
comen cuento de camisetas ni localías, como no lo había hecho en toda la prueba
ningún otro equipo, de aquellos que siempre son protagonistas y la gente todavía
se pregunta por qué.
La canarinha está eliminada por dejo en evidencia unas
limitaciones exageradas para los pentacampeones y porque al frente se midió a
un rival que también es grande en la historia de este deporte y que no perdona
si le dan lo que busca, pues tiene un grupo que suma por unión y no por
depender de una sola figura, nada más sencillo. Lo demás, como siempre, son
cuentos chinos.
Ya tengo al primer finalista de mis pronósticos (leer
nota previa), y ahora a esperar que Argentina defienda el continente contra
otro de los favoritos.
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