La presencia de Diego Benaglio en los predios de
Argentina, olvidándose de su condición de arquero, con la portería vacía,
sumando en ataque, buscando el milagro de último minuto, revela lo sucedido
entre suizos y gauchos en el encuentro que favoreció al equipo de Sabella que
ahora se instala entre los ocho mejores del mundo sin jugar todo lo que se espera de ellos, sin ser un
equipo deslumbrante, pero con las ganas que siempre muestra los argentinos en
cada salida.
El arte de saber defenderse en el fútbol quedó dibujada
por los europeos. Suiza fue un equipo que hizo muy poco por inquietar la portería
de Sergio Romero, lográndolo escasamente en un par de ocasiones durante el
tiempo regular, y en los últimos tres del alargue. De ahí en adelante fue un
conjunto que exhibió una alta concentración, gran despliegue físico y
movimientos tácticos precisos que lograron anular los circuitos del cuadro
suramericano.
Argentina no fue vistosa, pero no jugó mal contrario a
lo que diga el resto del mundo. No puede ser lo contrario, si al frente tenés
un equipo que se abroquela, que forma una línea rígida de cuatro en el fondo,
seguida por una de cinco, por momentos, y un solo hombre en punta. Por eso
Messi no pudo gravitar, ser el eje del equipo, el cerebro, porque siempre fue
referenciado, mínimo, por tres. Di María fue el que más insistió a través de
los centros o procurando rematar de media distancia, pero tampoco trascendía.
Marcos Rojo quizás fue el que más espacio tuvo por las
bandas, pero sus centros tampoco marcaron diferencia porque Higuaín estaba muy
marcado y los centrales de Suiza eren fuertes arriba, muy atento en los
despejes y el arquero que salvó con buenos reflejos cuando fue exigido.
Suiza le apunto al cero, lo defendió con altura y no
fue menos que Argentina, eso debe quedar claro, pese a que su idea táctica era
distinta y válida. Sin embargo quedaba claro que el primer error les costaría caro,
y debo hablar de ellos porque estaban siendo atacados por los gauchos quienes
administraban el útil. Fue así como en el minuto 118, a dos del final, Rodrigo
Palacio recupera un balón en el sector izquierdo, cerca al cinturón central,
sirviendo la pelota a Leonel Messi. El diez, que no había podido hacer mucho,
avanzó con propiedad ante una defensa tomada a contrapié y, teniendo la opción de
cambiar de ritmo y buscar anotar, jugó a la izquierda, como los grandes, para
que Di María rematara con precisión al palo de la mano derecha de Benaglio,
bien abajo, ajustadito y los argentinos marcaran el tiquete a Cuartos.
Dos minutos más tarde Blerim Dzemaili tuvo, tras un
servicio de costado, la posibilidad de empatar con un golpe de cabeza que pegó
en la base del palo derecho de Romero. Fue la más clara en todo el partido para
un equipo que jugó a no perder y a no dejar pensar a su rival con altura. Con
argumentos de contención certeros que los tuvieron cerca de lograr su cometido inicial.
Este fue, de lejos, el mejor partido de los argentinos en lo que va de la
prueba y seguramente que seguirán mejorando, la motivación va en aumento. Saben
de estas lides y tienen a Messi, algo que no se puede olvidar.
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