domingo, 21 de agosto de 2011

LA DEFENSA ES UN ARTE DEL FUTBOL, PERO NO RESUELVE TODO




Me alegra que Brasil se haya coronado campeón no solamente porque pertenece a nuestro continente (más allá del idioma), sino porque al final el fútbol de ofensiva superó la constante defensiva y ordenada que exhibió Portugal a lo largo de la prueba.

Algunos expertos consideraban que el cuadro luso tenía todo para ser campeón quizás por no demeritar la realidad de un finalista que estaba allí por sus propios recursos, que por no remover aquel viejo conflicto de una verdad tenue y volátil: ¿qué es más importante atacar o defender?

Siendo dos términos fijos dentro de la esencia misma del deporte, siempre he considerado que defenderse bien es un arte y un camino que puede llevar al título, pero las probabilidades de que esta alternativa supere el potencial de logros que se cosechan cuando atacar es la fórmula, no se equipara nunca.

Portugal fue una muestra evidente de lo que es defenderse con orden y con mucha concentración, siempre apoyados en un buen arquero y un grupo combinado de defensores y volantes que están comprometidos en relevarse en marca.

Adelante, este tipo de equipos, siempre dejan uno o dos jugadores que puedan aportar varias cosas: buenas condiciones técnicas, un gran sacrificio y mucha fuerza para batallar en solitario, como le ocurrió a Sergio Oliveira quien de paso se convirtió no solo en el goleador del equipo (hizo casi la mitad de los goles), sino en uno de los mejores jugadores del torneo por aportarle a Portugal lo que casi nunca tuvo: ofensiva.

Portugal siempre tuvo la habilidad para defenderse con nueve hombres. Montar una línea de cinco volantes delante de los cuatro de fondo, con un solo enganche (Alex o Danilo), y un hombre en punta. Algo muy sencillo como práctico en este caso.

No se puede desvirtuar que el equipo luso no fue aparatoso ni limitado en sus conceptos de marca, pues hacerlo con criterio no es ni mucho menos fácil. Todo lo contrario, fue un gran exponente de lo que es defenderse bien, pero fundamentalmente exhibió un libreto completo de lo que es construir una victoria apoyados en al constante de marca y contra ofensiva. Libreto que funcionó en la medida que el arquero soportó todos los embates del rival y las ventajas de sus defensores. Por eso la figura de Michael Mika es superlativa, inclusive por encima del mismo Oliveira quien fue elegido Jugador de Plata del torneo.

En este orden de ideas se aplaude la alta cuota de sacrificio de Pele, Sana, Nuno Reis, Oliveira (Nelson), Roderick o Cedric, quienes nunca dieron nada por perdido. Fue una buena demostración del concepto, pero no les alcanzó porque en el futbol, por lo general, se ganan con goles y esta vez no fue la excepción.

Brasil no solo ganó con justicia, sino que tuvo la suerte del campeón, especialmente en la final. El primer gol de Oscar tiene una ligera ayuda en el recorrido a la portería, y el tercero es un golazo en toda la extensión de la palabra, pero me quedan dudas sino era un centro que se movió sin la precisión deseada, para convertirse, junto al factor sorpresa, en un remate imparable.

Los dirigidos por Ney Franco se multiplicaron en cada partido. Fueron rápidos, inteligentes y picantes con el balón en los pies. Inspirados por un jugador como Henrique (máximo goleador), encontraron en el mismo Oscar o quizás en la fortaleza de Casemiro, algunos elementos valiosos que se combinaron para progresar en la competición.

La presencia de un espectacular jugador como Dudu junto a Negueba, también contribuyó para que Brasil encontrara variantes no solo que refrescaran, sino que demolieran a los rivales, especialmente cuando el desgaste físico era extenso. No es fácil marcar un explosivo jugador como Dudu cuando las piernas se encuentran agotadas. Por eso las variantes no solo fueron cantadas y previsibles, sino fundamentalmente lapidarias para los oponentes. Este par de jugadores siempre fueron sinónimo de malas noticias para el oponente, y Portugal no fue la excepción.

En defensa los brasileños nunca se regalaron y por ahí los atacaron, pero cuando se tiene la pelota y se sabe qué hacer con ella, las fisuras defensivas se compensan. Por eso existe la palabra equilibrio y Brasil es un exponente de este concepto pues marcó 18 goles y solamente le marcaron 5, mientras que los lusos marcaron 7 goles y les hicieron 3. Una diferencia abismal que confirma la importancia de balancear defensa y ataque y no recurrir a la defensa como táctica fija y el ataque como opción circunstancial.

A esta final convergieron, como dato curioso, dos equipos que ya habían sido campeones (Portugal de dos y Brasil en cuatro), con un mismo legado cultural e idiomático, en una final que se vivió 20 años atrás (Portugal 1991), pero con dos conceptos diametralmente opuestos.

Los actuales monarcas sellaron su recorrido sin desfallecer y olvidar que el ataque, el juego vistoso, la riqueza técnica, son algunas de las características más importantes que tiene este país en el panorama mundial. Por eso siempre se espera de ellos lo mejor, pues los cariocas, sin ser atrevidos en nuestra apreciación, son la mejor expresión del futbol en cualquier cancha donde se planten. Menos mal ganó Brasil, repito, porque con ellos ganó de nuevo la contante de que la belleza de este deporte está en los goles y nada más.

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