sábado, 11 de junio de 2011

TOULON FUE SOLO UNA PRUEBA, NO LA META



En el ano de 1967 se inicio en Toulón, Francia, un torneo que buscaba observar a los jugadores con proyección y capacidad internacional. Nunca ha sido un torneo avalado por la FIFA, pero por él han pasado jugadores de mucha capacidad como los franceses Jean-Pierre Papin, Zinedine Zidane o los británicos David Beckham o Alan Shearer. Latinoamericanos como Pablo Aimar, Juan Román Riquelme, Cafú o Kaká, por citar algunos.

Es un torneo de buen nivel donde asisten “pescadores” de talentos de los principales clubes del mundo, y cuya característica particular es que no tiene mucha asistencia en las tribunas, aunque el evento, como tal, tiene muy buenos patrocinadores y una adecuada señal de televisión. El primer campeón, para ir de fondo con mi comentario, fue el Andelrlecht de Bélgica porque inicialmente esta era una prueba creada para clubes. Siete años después, cuatro seleccionados e igual número de clubes jugarían la segunda edición (donde Polonia fue el campeón), y de ahí en adelante cada ano a nivel de escuadras nacionales.

En el año 2011, Colombia por tercera vez gana la prueba y lo hizo bien no porque haya ganado lo cual es importante, sino porque el equipo gana en confianza de cara al Campeonato Mundial de la categoría que es el epílogo de este proceso que lidera Eduardo Lara.

No se puede olvidar que unos meses atrás muchos querían acabar con este grupo por lo hecho en el preolímpico y el suramericano de la categoría que se jugó en Perú, donde contrario a los pronósticos el equipo fue un fiasco total después de llegar como favoritos por la cosecha obtenida en una serie de partidos donde jugó bien, ganó y marcó muchos goles. Esta situación más adelante se agravaría al conocerse una serie de rebeliones al interior del grupo.

Ahora bien, que la afición diga, piense y opine es normal, lógico. Lo que debe medirse son los comentarios apurados que generan una presión extra para un equipo que busca disolver sus propios fantasmas, ante un escepticismo creciente y marcado.
Fue fácil leer y escuchar análisis que, más allá del partido, toman ribetes folclóricos. Es como si se hubiera ganado de nuevo una Copa América o una Libertadores. Expresiones como “el éxtasis por el tricampeonato” hacen pensar a cualquier desprevenido que la conquista fue mayúscula.

Leer ahora que “Colombia tuvo un mal paso” en el suramericano, sugiere que ya están evadiendo o por lo menos suavizando la responsabilidad, quienes querían la cabeza de Lara y el cuerpo técnico en aquel momento pidiendo de manera pública hacer un relevo total en el equipo. En aquel entonces no se evaluó como una salida fortuita, sino como un fracaso absoluto. ¡Cómo es de fácil cambiar, acomodarse al momento y convertirse en simples aficionados! olvidándonos de la función analítica fundamentada en el equilibrio, la objetividad y alejada de la pasión.

No sugiero que el sentimiento deba quedar anulado como hombres de fútbol, lo que sostengo es que hay que guardar profesionalmente una relación entre lo que se vive internamente y lo que se dice.

Hay algunos “maestros” que en aras de probar su “poder” se convierten en enemigos de un proceso, de un trabajo, simplemente porque quienes lideran los grupos, no comulgan con sus ideas. Cuando las cosas no se dan como lo pronosticaban se acomodan a las circunstancias del momento sin admitir que se equivocaron y esperan un nuevo momento para cobrar revancha. Por momentos se nos olvida que los verdaderos protagonistas son aquellos que hacen la noticia, no los que la cuentan o comentan.

Lo importante del Torneo de la Esperanza es que reabre en el grupo eso, la esperanza, pues la confianza es parte fundamental de un trabajo, de un proyecto en cualquier área. Por eso haber ganado y a rivales de buen nivel, con aspiraciones y favoritismo, es esencial de cara al Mundial.

No puede ser que ahora Lara, quien hace unos meses era el peor, de nuevo sea estratega ideal, con la tensión en el ambiente de que si no pasa en el Mundial entonces será el momento oportuno para reducir de nuevo este grupo y destacar la victoria en Toulon como algo intrascendente. No se puede desconocer que Eduardo Lara es un hombre que sabe trabajar con estas categorías, eso no se quita nadie con una pluma o un micrófono en la mano.

El aficionado sabe y entiende, pero el poder de los medios está en su efecto multiplicador. Un comentario amañado o destemplado, puede ser como el último éxito de Shakira que, así no sea la octava maravilla, de tanto darle y darle empieza a gustar o por lo menos a calar.

Colombia ganó el torneo de la Esperanza, un evento que sirve de laboratorio para pruebas importantes (como en este caso), y para que los grandes clubes miren algunas promesas en la cancha. Por eso debemos mirar lo bueno y lo malo; lo que se debe cultivar y lo que hay que eliminar, porque la verdadera meta es el Mundial y allí se debe buscar el protagonismo.

¿Qué nos ganamos y qué diremos si salimos campeones de la Esperanza y eliminados en primera fase del Mundial? Se podrán contrastar los mayúsculos comentarios que hemos escuchado a tan solo unas horas de haber ganado una competición de buen nivel que poco hubiera importado si el Mundial no estuviera de por medio.

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