
Llegó la hora. Escribo sin que se haya cosechado un solo punto, sin que el equipo haya marcado un gol o haya recibido alguno. Se arranca con la confianza puesta en el cuerpo técnico y los jugadores elegidos. Ambas parte, estrategas y figuras, deben asumir un compromiso serio frente a la prueba, y no deben proponer una sala experimental para futuras competiciones. Esa no es la idea, pues reclamamos protagonismo sin que estén obligados a alcanzar el título, pero si se debe trascender y marcar una ruta que depare logros, triunfos y metas.
No importa lo que haya pasado antes del arranque de la Copa América. Lo hecho en cualquier cancha del país o del mundo, se haya jugado bien o mal, con gracia o sin ella, queda en el historial de prueba y no cuenta, más allá de ir formando una idea, un concepto de cara al primer gran examen. Ningún estudiante prepara su evaluación para fracasar. A la hora de evaluar se debe mostrar lo que se aprendió y asimiló. Hay que dar fe de lo que es o no importante. La especulación no cuenta.
A Hernán no lo quieren mucho, no le creen, o por lo menos eso se deduce después de escuchar a los “sabios” pregonar aquellas teorías de un fracaso anunciado o inminente, o leer los comentarios aficionados, bajos y sucios, que se publican en los principales matutinos del país, en aras de la una libre expresión que no linda con el diálogo, la cordura y el respeto ciudadano.
A Leonel se le mira con respeto por lo que fue como jugador, lo que ha cosechado como entrenador y es tal vez el filtro que depura los comentarios espinosos y amañados que llegan desde todos los flancos de la información. Esperemos que esa seriedad marcada, que por momentos linda con la antipatía, sirva para que el equipo se plante en la cancha de la misma manera.
Por lo visto en Pereira y Medellín, donde la gente concurrió y abrazó al equipo en una manifestación clara de afecto, es positivo mientras los resultados sean favorables. Si la selección no juega bien y para colmo de males pierde, entonces deben prepararse los seleccionados para lo peor. Lo anticipo: si Colombia no es protagonista de la prueba, sin estar obligada a salir campeona –reitero- el primer huracán de este “nuevo” proceso será evidente.
Cuando se mira el equipo, como tal, es fácil adivinar que a él fueron llamados los mejores. Jugadores todos de amplio recorrido, con buena vitrina y mucha capacidad. Línea por línea Colombia tiene un grupo compacto que, después de Brasil y Argentina, no tiene que envidiarle nada a ningún otro representativo del continente. La pregunta es si el cuerpo técnico o “motor” de este conjunto tendrá la capacidad de “armar” una “máquina” que rinda a su máxima expresión.
A mí me encanta pronosticar porque no acierto una sola. Es más, cada vez que vaticino algo siempre sucede lo contario, por eso espero no equivocarme esta vez cuando auguro que Colombia estará entre los mejores cuatro de la prueba. Espero que sea así, pues me parece que Paraguay y Chile no nos superan en nada, mas allá de que como equipos rinden y juegan bien. Uruguay está en la mira y las dos potencias siguen superándonos de lejos, sin que esté entrando en el sendero del pesimismo o los complejos que se buscan, pues la realidad no se debe ocultar para generar positivismo.
Si a Colombia le va mal, teniendo cosas importantes para que suceda todo lo contrario, me aburre la sola idea de ver un proceso clasificatorio cargado de malestar, batallas verbales, insultos, presiones y todo tipo de acciones para “derrocar” a los que están para que lleguen otros “mesías” a ver si cambiamos esta ansiedad que nos carcome por volver a ser protagonistas del continente e ir a un Mundial.
Por eso la Copa América no es un laboratorio, al contrario es –como ya lo escribí anteriormente- un termómetro que sirve para medir nuestra realidad y nada más.
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