viernes, 3 de junio de 2011

TROMPADA A LA DIRIGENCIA DEL FUTBOL COLOMBIANO



El gerente del Once Caldas, Duván Vásquez, reconoció públicamente el error de agredir al jugador Félix Micolta presentando un comunicado oficial donde se dan las explicaciones del caso, pero luego se le escuchó tratando de justificar la agresión calificando al jugador de ser una persona “ingrata” por tomar la decisión de irse de la institución.

Así mismo, dentro de su derecho a defenderse, se le oyó que “hay una serie de empresarios que le hacen daño al fútbol colombiano”, especialmente cuando hay una entidad que hace un “esfuerzo tan grande para soportar un plan de trabajo serio” junto a un cuerpo técnico muy profesional y un grupo de jugadores de buen nivel para que los novatos se destaquen, según se desprende de sus declaraciones.

Todo lo anterior, que pudiera quedar como una historia más, anecdótica tal vez, no puede ser tomado a la ligera por varios aspectos que vale la pena mencionar en este momento, especialmente cuando el gobierno está interesado no solo en participar, sino en tomar decisiones.

El primero de ellos tiene que ver con la incompetencia evidente de quienes dirigen el balompié criollo. En Colombia, léase bien, se pueden contar con los dedos de las manos los “directivos” o “doctores” del fútbol que tienen credenciales para presentar en administración de empresas y mucho menos en el campo deportivo.

La historia de nuestro torneo está plagada de “directivos” que se ampararon en los dineros y el poder del ilícito o en la trampa del clientelismo y la dirigencia “digital” (asignación por señalamiento).

Si en nuestro país hubiera un hombre, llámese “directivo o doctor” (como prefiera que le digan) que de verdad supiera medir la realidad económica del torneo y de sus clubes, se daría cuenta que las matemáticas no coinciden y no lo hará sencillamente porque estamos jugando un torneo miserable con jugadores y técnicos que quieren ganar como europeos, eso sin contar la pobre asistencia en las tribunas, y los ridículos contratos publicitarios que se pagan.

El paupérrimo panorama financiero, que hoy viven la mayoría de los equipos, es la consecuencia anunciada de un grupo de “inversionistas” ocultos (magos los llamaban algunos) que “guiaron” nuestro campeonato a este caos. El problema es que la urgencia y las necesidades se mantienen, pero ninguno de estos “dotados” de la dirigencia nacional supo ni saben qué hacer.

Falta con mirar a las ciudades de Armenia, Pereira, Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cartagena, Ibagué etc., para darse cuenta de que todos están naufragando día a día en las mismas dudas e incertidumbres.

El otro aspecto tiene que ver con los tales “representantes’” o “empresarios” que inundan el país. Personas naturales sin ninguna preparación más que la “visión” de meter un “billete” en un jugador pues están curtidos de caminar entre la trampa y la “malicia indígena” que tanto orgullo produce, para luego gastarse otro capital más intentando mostrar al “crack” y así esperar venderlo al exterior. Tantas historias que se escuchan por lo bajo, sin alzar la voz, confirman la mentalidad tan pobre y la triste realidad que desde hace tanto nos tocó vivir.

Recuerdo, cuando la MLS fue a iniciar en 1996, como los ejecutivos, que de fútbol no sabían mucho, pero de números y proyecciones bastante, determinaron que a los jugadores debería pagárseles en una escala de valores, de acuerdo a su edad, recorrido, experiencia y trascendencia. Por eso a esta liga llegan y llegarán solo los jugadores que puedan probar que no tienen trabas en sus negociaciones con la presencia de los “tinterillo” del balón.

De esta manera, a pesar de tener un límite salarial para los jugadores clase “A”, al comienzo el interés no era mucho para los profesionales de renombre, pero en la medida que la asistencia fue mejorando (media de 17 mil aficionados por partido) y que las firmas comerciales se aferran al torneo como vehículo sólido de promoción, ahora esas cifras han cambiado muchísimo y el campeonato resulta más atractivo que una liga tan “madura” como la colombiana.

Carlos Valderrama, por citar un ejemplo, hizo su dinero no solo por recibir el máximo salario del momento, sino porque su imagen sirvió para que de verdad ganara a través del proceso del marketing.

Es que era imposible que con una afición naciente, con estadios prestados y firmas comerciales que apoyaban con dudas, se fuera a desangrar la liga pagando cualquier cantidad de dinero a los jugadores, simplemente por tener a las figuras del momento.
El último aspecto para desarrollar, sin decir que el tema anterior concluya ahí, es que mas allá de que Vásquez trate de disculparse o justificarse, la actitud revela el nivel de nuestros directivos. Está tratando de arreglar un equipo y no sabe cómo; necesita dinero pero hay que oírlo cuando habla de las negociaciones del equipo, sin preguntarse si tendrá para pagar.

Si la disculpa de Vásquez para pegarle en la “jeta” a Micolta fue la ingratitud del jugador por querer buscar algo mejor o por dejarse enredar de uno de tantos encantadores que hay por ahí, entonces quien le podrá cruzar la cara de una “trompada” a él por su ineptitud, pues el equipo se le está yendo a pique desde hace un ano y de no ser por la solidaridad y el compromiso de muchos, quién sabe sí el Caldas estaría, por lo menos en el plano deportivo, donde está, pues en el administrativo marcha igual que casi todos.

La intolerancia y la violencia no son recursos válidos para nada y mucho menos para dirimir diferencias. Para combatir la pobreza de nuestra liga se necesita, transparencia, personalidad, preparación y visión. Palabras que al parecer el gerente del equipo merengue, y muchos más, sabe cómo se escribe, pero no que significan.

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