
Procuro encontrar una serie de palabras, o quizás una, que sirvan para definir lo acontecido en el nuevo estadio de fútbol de Costa Rica el martes 29 de marzo de 2011, en donde la selección local quiso hacer la inauguración de dicho escenario con un partido de “lujo” que al final resultó ser un chiste mal contado (¿será esta la expresión que busco?).
Molesta que esto suceda por muchos aspectos, pero fundamentalmente porque es evidente el poco respeto que los grandes seleccionados y equipos tienen por los aficionados. Con esta lamentable salida de los argentinos, se puede concluir que la afición también está enmarcada en una tabla que los clasifica según el país de origen, sin importar que al final, como sucede en todas partes, el espectador pague y los equipos reciban el dinero por su participación, aunque sea en un remedo de esta magnitud. Es más, he visto en varias ocasiones como algunos conjuntos, cuando no reciben el pago antes de salir a la cancha, amenazan con no hacerlo obligando a que se cumplan los acuerdos de cualquier manera.
Revisando distintas reacciones que se derivan de esta monumental ofensa, sorprende que por un juego de palabras (como subraya un artículo de la prensa nacional) se haya menospreciado al aficionado tico. Dijo el presidente de la federación costarricense, que el contrato estipulaba la presencia de algunos jugadores de “cartel” (al menos seis), pero nunca se exigía que jugaran y por eso, añadidos a esta interpretación, Argentina cumplió llevando un grupo que incluía a Di Maria, Zanneti, Mascherano o Messi, entre otros, pero que nunca fueron tenidos en cuenta para el partido, y si lo hicieron no alcanzaron a sudar.
Lo absurdo de toda esta lamentable excusa, por deducción simple y sencilla, es que si se requiere la presencia de algunas figuras como imán de ventas lo menos que se espera es que jueguen. O para qué los traen; ¿para tomarle fotos, hacerles entrevistas y atenderlos como si fueran los reyes del mundo?
Estuve esperando para ver si la prensa especializada se pronunciaba al respecto, pero más allá de la costarricense, fue poco lo que leí o escuché, sin entender porque el “silencio” si esta tomadura de pelo debería tener hasta consecuencias penales.
No sé quien pueda ser el culpable directo de esta canallada, pero de algo si estoy seguro: los jugadores no tienen responsabilidad en esto, pues al final son tratados como mera mercancía que se exhibe y se vende según las necesidades.
Al técnico Sergio Batista se le mira con desagrado por anunciar una lesión que nunca existió para Lionel Messi (una supuesta contractura muscular), lo cual fue confirmado por el cuerpo médico del Barcelona que, de paso, hiso el anuncio de manera oficial para demostrar que ellos nunca presionaron para que el delantero no fuera alineado, como en algún momento se especuló entendiendo que a Leo todos lo queremos ver jugar.
Otros que no quedan bien parados son los directivos de una tal empresa World Eleven que, por ser los encargados de contratar los partidos de la selección gaucha, hoy se creen mejores que Donald Trump. Argumentaron que tenían hasta exámenes que probaban la lesión de Leo, pero de qué sirven en estos momentos cuando al otro lado se dice y se confirma (también con exámenes), todo lo contrario. ¿Quién tiene la razón?
La verdad es que poco importa ya, pues la trampa (esta palabra me gusta) está hecha. Es casi seguro que si Argentina hubiera enfrentado a Italia, Alemania o Brasil, La Pulga y todos los mejores jugadores del equipo hubieran estado allí, en la grama, aunque fuera con una pierna, pues el rival hace la diferencia, el partido se torna elitista y los millones de dólares en pagos (que incluye la televisión), no se hacen esperar.
Es una lástima lo que le hicieron a los costarricenses, pues si la idea era no respetar al público, que es igual en todas partes ya que no entran gratis y de sus bolsillos salió el dinero para pagar lo que cobra el cuadro blanquiceleste, simplemente hubieran buscado otro rival o se regresan a casa tras su partido con los Estados Unidos, donde si cumplieron porque las circunstancias eran otras en el orden contractual.
Por eso se me ocurre definir lo hecho por los argentinos como un claro y transparente fraude que si bien puede ser discutible y tener defensa en el orden legal, no la tiene en el campo moral y deportivo, especialmente para un conjunto de tanto peso y poder de convocatoria (por fin encontré las palabras que buscaba)
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