
Feo no, feísimo lo que hizo el defensor panameño Luis Moreno el domingo pasado. Tal vez no haya sido su intención hacerle daño al animal, pero lo hizo. Quizás no haya medida de la patada, pero una similar le hubiera costado a cualquiera una tarjeta amarilla.
Hoy la Dimayor estudia la posibilidad de sancionar al jugador matecaña y con justa razón. Debe hacerlo por conducta antideportiva así el animal no tuviera la camiseta del Junior, pero era un símbolo de la afición. Es una lástima que los deportistas no midan sus actos, simplemente porque la adrenalina se encuentra en un nivel superior. La patada que recibió el ave fue consecuencia de la frustración porque la jugada se detuvo después del pelotazo previo. Por eso el zaguero se fue y sin medirse le dio un puntapié que terminó por reventar al animal.
Así haya querido enmendar el error yendo al zoológico u ofreciendo disculpas públicamente, el daño está hecho. No solo porque el animal falleció, sino porque de nuevo la integridad de un deportista se cuestiona en materia de juego limpio. Si por menos se para un partido, por qué no se detuvo el centroamericano a recoger el ave, con un poco de sensibilidad, y la llevo fuera del gramado. No podemos desfogar la cólera que produce la incapacidad asestando patadas a quienes no la merecen. Por eso, insisto, se equivocó.
De ahí que desde ahora, propongo, le sigamos conociendo como Luis “La Lechuza” Moreno, para que nunca se le olvide en la vida lo que tiene que hacer dentro y fuera de la cancha. Además para que cuando reciba una patada con mala intención se acuerde de su salida en falso.
Esta vez fue una indefensa ave, en otro momento pudiera ser un aficionado o un rival, porque si tuvo las “agallas” para patear a un ser indefenso, qué se puede esperar de alguien que de verdad lo pueda contrariar dentro o fuera del rectángulo de juego. Lechuza, que en paz descanses, Luis…LECHUZA TE QUEDARÁS.
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