
(Foto cadena Ser)
A esta afición es difícil de entender y ni modo de culparla porque se parece a esos “pelaos” que sueñan con la mayoría de edad sin aceptar que para eso primero hay que madurar en un proceso lento de aceptación y cambio.
Colombia cayó ante el conjunto ibérico y… ¿qué pasó? Nada, sencillamente. No fue el final de una competición, no se perdieron tres puntos de oro para lograr una clasificación o algo parecido. Solo fue un partido donde se enfrentó a un rival de peso que no solo ostenta el trofeo orbital sino que tiene un grupo de jugadores exquisitos que juegan muy bien al fútbol. Por eso el partido era importante, para medir nuestras capacidades al más alto nivel y se pasó la prueba, pese a la derrota.
En España se doblegaron en elogios los principales medios ibéricos y algunos de los cronistas más críticos aplaudieron la labor hecha por los dirigidos de Hernán Darío Gómez. Sin embargo no faltó el aficionado raso, ese que no mira, no analiza sino que sufre con un revés y se apasiona cuando llega la victoria. A ese aficionado simple fue al que le pareció lo mismo de siempre, pues no van más allá del resultado.
Si Colombia le llega a ganar a España, obligados tendríamos que ser los campeones de la Copa América que se avecina. Si cuando doblegamos a los argentinos (5-0) en el marco de las Eliminatorias para Estados Unidos, nos bañamos en harina, gritamos y lloramos de alegría y solo esperábamos el pitazo final en Los Ángeles para dar la vuelta olímpica y gritarle al mundo que éramos los mejores, sin jugar el Mundial (si porque casi todos se creyeron el cuento), ¿qué hubiera pasado si los actuales monarcas tropiezan con un conjunto que los sorprendió por su nuevo estilo, mayor dinámica y compromiso en marca, recuperación y desdoblamiento ofensivo?. Es cierto que en aquella ocasión fuimos los mejores y clasificamos de manera solvente; de hecho fue una victoria importante dentro de una competición del mismo rango, pero fue más trascendente el hecho de ganarles a los gauchos que clasificar al Mundial. Fue por ahí donde se perdió el horizonte.
En esta ocasión la atención se centraba en la capacidad colectiva e individual de un grupo que apenas se reunía tres días antes del duelo, mientras que su rival de turno juega cada ocho días en las canchas españolas y los principales gramados de Europa. Es que no se puede olvidar que esta selección de don Vicente es el mismo Barcelona de Pepe Guardiola con dos o tres variantes. Por eso no extraña que si el cuadro catalán juega bien, el conjunto mayor haga lo propio.
Pese a todo esto el arquero David Ospina estuvo atento en las pocas acciones que vio y no tuvo mayor responsabilidad en el gol. A su lado el sector defensivo tuvo una aceptable actuación, destacándose la capacidad y liderazgo de Yepés. Todo un patrón que hizo recordar la ascendencia de un Andrés Escobar cuando los colombianos cerrábamos los ojos con su presencia en el fondo.
La zona media caminó bien en términos generales. Se entregó con precisión el balón; se peleó con sacrificio y hubo multiplicación de esfuerzos, además de mucha coordinación en los movimientos de achique y relevos. Es decir que se vio un conjunto ordenado.
Así mismo debemos resaltar, una vez más, que esta Colombia, pese a que procura la tenencia del balón, no especula con él. Sale rápido por los costados (por allí fue importante Armero y Zúñiga cuando pudo hacerlo); juega largo con pases de 20 o 40 metros y avanza a dos toques. Ya no se aprecia el desacreditado toque-toque ni las explicaciones desgastantes de un fútbol que robó aplausos con Maturana, el cual fue cambiando y envejeciendo como su precursor (más viejo está Sacchi).
Lo único importante es que este equipo jugó de tú a tú con un rival complicado. No hubo asomo de goleadas y mucho menos una superioridad manifiesta como muchos creían antes que iniciara el encuentro. Es más, viendo a esta Colombia, la de este encuentro, y de mantener el nivel exhibido frente a los españoles, insisto, por muy malo que lo tachen quienes miran solo la derrota, me atrevo a pensar que tenemos posibilidades de pensar en un cupo al próximo Mundial. No todas las selecciones del continente juegan como los colombianos lo hicieron encarando al monarca mundial. Es más, para ser precisos hubo un espacio donde fuimos dueños absolutos y pudimos ganar. Menos mal no fue así pues; con la derrota y el progreso colectivo estoy satisfecho. Esto fue un partido de preparación, nada más.
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