
Después de ver a España coronarse como el mejor equipo del mundo en la pasada cita orbital, ahora todo parte de cero cuando de ilusiones se habla. En el caso de Colombia, para ser exactos, esta ilusión se combina con el recelo, la desconfianza y un ambiente extraño que rodea la presencia no solo de Hernán Darío Gómez como timonel nacional, sino de un grupo de jugadores que no tienen ni el peso ni la importancia de algunos virtuosos de ciclos anteriores.
Es esta constante comparación un ingrediente que lesiona la posibilidad de soñar en un Mundial. De manera directa afecta la convocatoria que el equipo produce cuando se muestra en alguna cancha del mundo o del país, de ahí que se note una afición fría, reticente y hasta temerosa de volver a creer en su quipo, tal vez porque ha sufrido mucho en los últimos 12 anos. Un sufrimiento que no tiene base en su amor lúdico, sino en la cantidad de opiniones que se vierten desde todos los sectores del la prensa.
El otro problema se da cuando se asiste a las gradas en espera de encontrar rastros de una cosecha que ya pasó. Ya ni los elementos ni la filosofía existen como tal, aunque se pretenda igualar el presente con el pasado. Esta es una tendencia que se debe erradicar por completo si queremos evidenciar una nueva perspectiva de juego y un análisis más ajustado a los mecanismos actuales.
Mi verdad es que Colombia ya no juega a lo mismo que se sembró en las canchas cuando Pacho Maturana estaba cautivando con su “revolucionaria” propuesta de juego. Aquel equipo tenía otro apego por el manejo y administración del balón. Sus componentes engranaban perfectamente en un sistema que por aquel entonces marcaba un ciclo brotado en la intimidad del AC Milán y su director técnico Arrigo Sacchi. Existía un toque personal criollo, mas pausado, pero era la corriente que nos impulsaba.
Hoy Colombia no especula tanto independientemente de su figura en la cancha y su concepto de marca. La intención de ser más dinámicos se ve desde que el arquero toma el útil. Pocas veces juega con sus defensores para que basculen de un lado a otro esperando por el rival (para desgastarlo era el termino que se oía en aquellos anos). Todo lo contrario, ver pases largos es hoy mas frecuente que nunca.
En la mitad ya no hay un referente de creación. Ese hombre que intente igualar a Carlos Valderrama no existe y no existirá pronto. Es mas, desde hace tiempo quienes “pintaban” para reemplazarlo no han podido acercarse un poco a su capacidad y talento.
Por eso hemos visto en este nuevo ciclo a un equipo menos pulcro en el transporte de la pelota. Su desdoblamiento ofensivo se basa en la apertura de la cancha por los costados, siempre con un par de laterales de buen manejo, poco tránsito en la zona media, y algunos hombres en punta que se disfrazan de volantes sin que de verdad lo sean. Si usted quiere hacer un ejercicio válido, repase los últimos dos partidos del cuadro cafetero y notará que es más aparatoso y vertical. Ya no circula mucho por el medio y se observa una labor de marca más colectiva en este mismo sector, pues por lo general existe un número aumentado de volantes recuperadores.
La única constante que se mantiene es que sigue siendo un equipo sin mayores novedades en el último cuarto de cancha. Todavía les duele centrar, buscar el juego aéreo, probar de media distancia. Siguen queriendo llegar hasta la línea de gol, aprovechando el error del rival o la habilidad de sus atacantes. Por eso el volumen ofensivo no impresiona.
Con todo lo anterior, antes de evaluar si esta Colombia es tan vistosa como antes, primero analicemos si juega bien o bonito. A mi, particularmente, todavía no me impresiona pero me parece que está marcando una nueva ruta y como tal lo expreso. Si aquí no figura un cerebro como Valderrama, ni tenemos gacelas como Adolfo, Arnoldo o Faustino, entonces no podemos esperar un equipo del mismo corte.
En defensa seguimos teniendo hombres de buena talla y capacidad de reacción, volantes sacrificados que deben mejorar la entrega para que cumplan a cabalidad, y un puñado de jugadores rápidos en ofensiva que se suman por los costados y procuran, en la medida de las posibilidades, inquietar al oponente de turno.
Si usted quiere ver un conjunto parecido al del 90 ó 94, entonces compre la colección de videos que todavía está disponible, pero entienda que ahora las cosas no solo han cambiado sino que deben cambiar, pues el “Bolillo” sabe que los detractores de su trabajo encontrarán los mismos motivos para seguir inconando la herida que ha causado su regreso como timonel nacional.
Esta Colombia guarda un poco de su vieja esencia, pero es mas una fragancia en desarrollo. Cuando esté lista, esperamos, debo advertir que será un perfume que pienso comprar sin reparos ni objeciones, pues no existe en el mundo otro equipo que se llame Colombia. Sino creemos y respaldamos lo nuestro, ese aroma a café suave, entonces ¿quién mas puede hacerlo?
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