jueves, 1 de julio de 2010

¡NO MAS CUENTOS, SE NECESITA EL VIDEO YA!


Que raro se siente vivir un Mundial sin fútbol. Es como si al mar la faltaran los peces, lo peor es que ya quedan muy pocos partidos para que el evento concluya y tengamos que esperar cuatro largos años para volvernos a reunir en torno a un balón. Será en Brasil, no lo olviden.

A pesar que las opiniones están divididas en cuanto al nivel del torneo, existe un consenso general sobre la calidad del arbitraje. Para casi todos los cronistas y expertos en la materia el rendimiento de los árbitros en línea general, centrales y auxiliares, ha sido mediocre.

Si bien podemos compartir la opinión, la misma merece equilibrarse para que exista justicia plena. No podemos destrozar simples seres humanos que tienden a equivocarse cuando sancionan jugadas que se desarrollan en fracciones de segundo, especialmente si están enfrentando grandes avances tecnológicos que aportan precisión. El problema en este caso es que el árbitro sigue sancionando según su mejor criterio, mientras que el aficionado y la prensa deportiva desmenuzan la sanción de la jugada una y otra vez desde todos los ángulos. En ese momento surge un cuestionamiento que pasa de lo deportivo a lo moral y nace una duda peor: si el hombre se equivocó por sus limitaciones o incapacidad, o si sencillamente aprovechó una circunstancia confusa para definir un partido por satisfacer intereses particulares. Qué feo suena eso.

En esta línea de pensamientos, se recuerda la controversia que se dio en Italia’90 cuando el mexicano Edgardo Codezal pitó un penalti muy dudoso en la final contra los argentinos. En aquel momento la caída en el área del ariete alemán Rudy Voller no parecía tan contundente para el mundo entero como si lo fue para el central. Se aplaude las agallas que tuvo el referí, pero eso no elude su pobre óptica o interpretación del reglamento y se asume que su error fue simplemente eso, nada más. Lo cierto es que Andreas Brehme convirtió con frialdad cuando se jugaba el segundo alargue, otorgándole a los teutones un título que se empañó completamente. Por eso los argentinos aun sienten que les “robaron” la posibilidad de ser campeones. Hoy es historia, pero cada vez que hay un yerro cobra plena vigencia porque la herida y la duda están ahí.

Hace unos días el ex árbitro argentino Javier Castrilli expresó que el problema no es de los jueces sino de la FIFA que no ha querido verlos progresar acorde con las exigencias modernas y tal vez tenga razón, especialmente porque hoy existen los mecanismos para mezclar ambos conceptos. En este orden de ideas recordaba el gol convertido por Inglaterra en la final de 1966 cuando los locales enfrentaban a los alemanes que cayeron finalmente en tiempo extra por 4-2.
No solo fue el 3-2 de picabarra que nunca pasó la línea de meta (el gol fantasma de Hurst a los diez minutos del primer alargue) el que levantó la polémica, sino que la historia subraya un torneo sospechoso desde el inicio, especialmente por la presencia de árbitros amañados en sus decisiones. Toda una novela.

Recordaran ustedes que en el primer Mundial, celebrado en Uruguay, Argentina derrotó a Francia con un gol del delantero Luis Monti. La historia subraya como a falta de seis minutos para que concluyera el tiempo reglamentario, el juez brasileño Antonio Rego pitó el final del duelo. Lo peor es que en ese instante el delantero Michelle Langiller iba en busca de la paridad y no pudo definir. La gente se lanzó al gramado para celebrar y el central, que se dio cuenta del error, nunca pudo terminar el partido. Qué anécdota.
Lo anterior nos sirve para afirmar que el problema del criterio humano es tan relativo como frágil en el fútbol moderno, fundamentalmente porque quienes están en desventaja son los que tienen la responsabilidad de dirigir el juego.

Por eso debatir el uso de la tecnología a favor del arbitraje debe ser un tema que se asuma con seriedad y compromiso de mejorar el deporte y no una postura radical como la que ha asumido la FIFA al respecto. Desde hace mucho tiempo, cuando se hicieron las primeras propuestas, el ente mundial declaró que no aceptaba esta posibilidad sencillamente porque el “error humano” formaba parte de la esencia pura del arbitraje y del deporte.

Pese a todo, el suizo Sepp Blatter aseveró que estudiará (sin dar garantías), la posibilidad de añadirle un ‘chip’ al balón que emita una señal perceptible por el arbitro cada vez que el esférico cruce la línea de meta. Muy bien dirán unos, pero que pasaría si en una acción de estas la pelota sobrepone el trazado de cal y el dispositivo no funciona, siendo el video de nuevo un verdugo concluyente. Es el video el que está marcando la diferencia en todo, por eso se debe considerar su presencia en la cancha. Si la FIFA ha sancionado jugadores por acciones violentas que no fueron apreciadas por los árbitros, por qué no ayudarlos dentro de la cancha con elementos que corrijan sus desaciertos y favorezcan los intereses deportivos de los equipos.

Siempre me ha parecido atrevido por parte del periodismo juzgar a un referí por sus decisiones. Hay jugadas que a primera vistan parecen reales, pero cuando se revisa el video se nota lo contrario. Sin embargo el hombre que dirige no tiene esa ventaja que se aprecia en las cabinas de transmisión. Hay cientos de comentaristas que aseguran que el central fue acertado en X o Y jugada, pero cuando ven la acción repetida cambian el comentario y empiezan a demoler al encargado de dirigir. Que injusto, pero así está sucediendo y por eso se deben buscar prontas soluciones, más cuando las mismas existen y no se aplican por capricho.

Por eso desde esta tribuna de opinión, sencilla y humilde, me parece prudente sugerirle a la FIFA que permita la aplicación del video a través de un par de árbitros ubicados en las tribunas (para que nadie los increpe o presione) sólo cuando las jugadas que generen duda terminen en gol y con el derecho para que cada equipo exija la revisión de alguna dudosa acción no mas de dos veces en 90 minutos y una en los alargues, solo si es necesario.

Cuando se revisan las estadísticas se llega a la conclusión que ésto se puede aplicar sin que el juego se vea afectado por una serie de interrupciones sucesivas que atentarían contra el desarrollo y la esencia del mismo, o por antojo indiscriminado de los protagonistas. Solo sería en situaciones confusas de gol (fueras de juego, manos dentro del área, caídas fantasmas, pelotas en línea de gol). Tres o cinco minutos adicionales para resolver un grueso error bien vale la pena por la salud de un deporte que nos pertenece a todos, especialmente a los que pagan.

Hasta el momento se resume en el menú de errores de este Mundial, que hubieran necesitado la utilización del video, según mi propuesta, varias situaciones que de una manera u otra han afectado el desarrollo normal de un encuentro y han lastimado directamente los intereses de alguno de los equipos.

-Iniciemos por la omisión del uruguayo Jorge Larrionda en el gol que solo él nunca vio traspasar la línea de meta alemana y que afectó a los ingleses. Fue gol y debió rectificarse sin dudas. El video lo hubiera resuelto todo.

-El fuera de lugar claro y evidente que afectó a los mexicanos cuando enfrentaban a la Argentina y que le permitió a Carlos Tévez marcar el primero de la tarde. Fue una falla grosera que terminó en gol.

-El gol que le marcó USA a Eslovenia, y que le daba la victoria al equipo anglosajón, también ameritó una rectificación. Fue gol claro y todavía el central malí Koman Koulibali no ha podido explicar que sancionó. El video hubiera sido determinante.

-Francia clasificó al Mundial tras una mano irrespetuosa del delantero Tierry Henry frente a Irlanda. El central sueco Martin Hansson nunca vio la acción (tampoco su auxiliar) pero el resto del mundo si. La FIFA indemnizó a los irlandeses por el error, sancionó al juez, pero los galos se fueron al Mundial. Muchos creen que el error fue para favorece a los subcampeones del mundo. Ahí también el video hubiera acabado cualquier suspicacia.

-El gol con la ayuda de la mano que marcó el ariete brasileño Luis Fabiano (que hubiera sido hermoso) también podría haber sido resuelto por el video. Si bien hay un error visual, el mismo termina en gol e influye en el resultado y las aspiraciones del equipo rival.

Otros errores que se cometen, pero que se deben respetar, son aquellos donde el ojo y la interpretación se mezclan. Por ejemplo la expulsión del chileno Marco Estrada a cargo del mexicano Marco Rodríguez no fue lo mas correcto, pero se entiende que en dos jugadas múltiples (donde va el balón y los demás jugadores que se mueven), es probable el error. Allí, pese a que hubo un expulsado que perjudicó a Chile, no se necesita la presencia del video. Tampoco se puede aspirar a que cada falta, cada decisión que tome un juez deba ser evaluada por el monitor. No, ese no es el propósito.

Miremos entonces qué pasa con este problema que enfrenta el rey de los deportes. Ojalá que el organismo mundial que lo rige tenga la claridad y el criterio de aceptar que están equivocados al asumir posiciones que se salen de lo ideológico para entrar en el plano de lo soberbio e insostenible. Por eso hoy hay micrófonos dentro de la terna arbitral y banderines con ajustes modernos y las ventajas se notan. Esperemos que broten nuevos conceptos para liberar al fútbol de tanta sospecha y malicia.

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