viernes, 2 de julio de 2010

DE LOCURA…GHANÓ URUGUAY


No podía regalarnos el Mundial un partido más emotivo. Un encuentro electrizante desde el principio hasta el fin, con un ganador que resultó ser justo en la medida que ambos equipos estuvieron muy equilibrados a lo largo de 120 minutos. El partido estaba para cualquiera y en estos momentos los uruguayos celebran porque están entre los cuatro mejores combinados del mundo. Quién lo iba a pensar...
Ahora solo falta recordar que para ser campeón se necesita un poco de suerte y al parecer el equipo de Oscar Tabarez anda en esa línea...quién sabe.

Debo reconocer y admitir que la selección de Ghana seguía sin convencerme. Me parecía un combinado muy fuerte, con algunos jugadores importantes, pero con limitaciones tácticas y colectivas. Fue el verdugo de los Estados Unidos en Octavos de Final gracias a un despliegue físico enorme, pero no porque fuera el súper equipo que todos veían. ¿Equivocado? Tal vez, pero esa son las cosas hermosas que tiene el fútbol.

En esta ocasión debo admitir que los africanos mostraron todo lo que habían ocultado en las fases previas, sin pretender decir que estaban para campeones, ni más faltaba. Fueron sumamente veloces en todos los sectores, tocaron la pelota con propiedad y la administraron de manera útil. Por momentos fueron, pero de lejos, superiores al cuadro charrúa aunque también se vieron inferiores a ellos en otros pasajes, lo que prueba el equilibrio que hubo en la cancha.

Ahora bien, para ser precisos, si por opciones se mereciera una clasificación entonces ahora estarían los ghaneses celebrando. Estuvieron muy cerca de anotar en varias oportunidades, pero la dura y decida defensa celeste estuvo atenta y apretando los dientes, en muchos pasajes, peleando cada balón como si fuera el último.

El gol de los africanos nace de una desconcentración mutua entre arquero y defensores. No se puede permitir que un rival chute de frente a la portería sin que nadie lo incomode, como sucedió con Salley Muntari. Era el minutos 2 de la reposición inicial y más se preocuparon por el pitazo final, que intervenir en la secuencia ofensiva. Así mismo, el arquero Fernando Muslera, quien quiso intuir la acción, se jugó sin necesidad un par de pasos a la derecha (procurando un probable achique), pero no contaba con un remate tan lejano. Por eso cuando pretendió capturar el esférico resultó vano el esfuerzo.

Retomando el concepto del equilibrio en la cancha, subrayo que hasta en los errores compartieron “méritos” los protagonistas de ambas escuadras. Fue por una acción similar de desatención y ventaja que Uruguay empata de tiro libre. No solo fue el remate bien ejecutado de Diego Forlán, sino que el arquero Richard Kingson cedió un metro recostándose al palo derecho (por donde cubría la barrera), y cuando la pelota se abrió al palo opuesto no tuvo la capacidad de retenerla. Fue un buen gol, pero el guardameta influyó en su cristalización.

LA MANO DEL VERDUGO
Los últimos diez minutos fueron emotivos, pero el cansancio físico iba pasando factura. Por eso los dos períodos de alargue tuvieron un tinte de marcado dolor y sufrimiento. El agotamiento era visible, pero no por esto buscaron el gol. Fue así como en los la reposición del segundo alargue, después de haber generado tres opciones de gol que fueron consumadas con pelotas desviadas al tiro de esquina, nace un servicio desde la derecha que pone en aprietos a los uruguayos. El balón fue despejado la primera vez de la línea de gol por Luis Suárez, y en el segundo rebote fue el mismo delantero quien sin dudarlo metió la mano cuando la pelota iba en busca de la malla. Fue Suárez el que la rechazó como en un partido de voleibol, mientras que Jorge Fucile intentaba lo propio.
El juez central, el portugués Olegario Benqurenca, no dudó en pitar el penalti y expulsar al goleador celeste. Justo como marca el reglamento.

Las lágrimas no podían contenerse; era inaudito algo semejante, especialmente porque ya no había tiempo y el reloj marcaba un par de segundos extras, por encima de los tres minutos adicionales del segundo alargue, que locura. Además el causante de este desastre no era otro que el hombre que había sido fundamental con sus goles para que la selección llegara a esta instancia. Cómo era posible...

Pese al desconcierto, la suerte jugó un papel clave. Cuando Asamoha Gyan se para detrás del balón parecía que todo estaba resuelto. Iba a cobrar uno de los mejores delanteros ghanés, efectivo y letal en definición quien con rabia y potencia sacó un remate arriba que dejo temblando el horizontal de Muslera. El africano quiso marcar y celebrar un gol que hubiera sido histórico, pero se encontró con una realidad muy distinta. Ahora la historia habla de un fallo garrafal que truncó las aspiraciones no solo de un país, sino de todo el continente.

Ya en la definición de penales todo quedó al azar de los nervios. Fue Muslera quien mejor aprovechó este factor y contuvo dos pobres remates de Jonathan Mensah y Dominic Adiyiah. Uruguay ya había desperdiciado uno pero contó con la frialdad y la experiencia del Sebastián El Loco Abreu para sellar la victoria con un penalti cobrado de mentiras. Una bola suave, medio picada que se fue a la malla para despertar el grito charrúa. Fue un partido ganado como los hombres, bravos y guerreros que nunca se rinden

No hay comentarios:

Publicar un comentario