
El ejercicio fue accidental pero valió la pena. Mi amigo Roberto, quien trabaja en una agencia de publicidad y estudia cuarto semestre de Ciencias de la Comunicación, me invitó a que viéramos una cinta compacta con todos los partidos de la selección Colombia en su ruta al Mundial 2010, mientras tomábamos una taza de café. En el video, contrario a lo que esperaba, no se apreciaban las “grandes” jugadas de los delanteros, ni tampoco los goles y mucho menos los movimientos tácticos del equipo con y sin la pelota. El propósito del mismo fue mostrar con hechos, basado en el desempeño del equipo, la pobreza ofensiva en lo que va del torneo clasificatorio. Salvo los encuentros que jugó el equipo con Paraguay y Brasil, bajo la dirección de Eduardo Lara, y donde se aprecia algo “distinto”, lo cosechado por el onceno cafetero hasta el momento no debe sorprender a nadie. No por el trabajo colectivo, ni el rendimiento individual, sino porque sencillamente ofrece mayor peligro un gato de porcelana que cualquiera de nuestros delanteros y volantes.
Colombia sabe tener la pelota, la administra con propiedad, pero en el último cuarto de cancha le falta capacidad para generar fútbol y definir. No tiene volumen ofensivo y mucho menos jerarquía para sorprender. Cuando el equipo tímidamente intentó romper el esquema, ese que nos obliga a querer hacer el gol en la raya de la portería adversaria, después de muchos toques, los rivales se inquietaron aunque fuera un poco.
El equipo nacional, hasta el momento, ha marcado 4 goles en las Eliminatorias y le han marcado 8, para un diferencia de menos cuatro (-4). Es decir, que poseemos la escalofriante cifra de (0.4) goles por compromiso. Es más, en el año que está a punto de expirar solamente le marcamos un tanto a Perú y pare de contar, lo que hace la cifra aún peor.
Al transcurrir el video se hacía más evidente la falta de ideas en ataque. A los jugadores nuestros les sobra talento para recuperar y pisar los predios del rival, pero les hace mucha falta ser ambiciosos, tener sed de gol. En los entrenamientos meten la pelota repetidamente desde todos los ángulos, pero en la cancha prefieren ceder o intentar burlar a toda la zaga rival, antes que tirar a la portería con potencia, sorpresa y puntería. Salvo Freddy Guaraní o un Gerardo Bedoya, en el partido contra Paraguay, la media distancia no es una variante que se implemente en el campamento. Pareciera que fueran incapaces o mal fundamentados al respecto.
Nuestros laterales o carrileros, como bien los quieran llamar, llegan al fondo y terminan en diagonales hacia dentro eludiendo adversarios, pero nunca, o muy pocas veces para no ser injustos, centran para ver quién puede complementar la jugada por arriba. El hecho de no ser una potencia en este tipo de juego no implica que no se deba a utilizar como recurso cuando el rival se para a esperarnos como lo hicieron los guaraníes en Bogotá. Ellos sabían de nuestras limitaciones y la falta de variantes, por eso eran conscientes de lo que debían hacer, aunque el gol es consecuencia de la suerte y la constante de centrar. Un balón mal despejado, una defensa nerviosa o un arquero inseguro pueden facilitar la consecución del gol. Tres, cinco o veinte remates valen cuando el oponente se abroquela. Lo insoportable es ver como jugamos a lo mismo una y otra vez, sin que la constante ofrezca resultados.
Un ejemplo claro de lo anterior es Juan Pablo Ángel o Falcao García. Ambos delanteros definen bien y con precisión, siempre y cuando los busquen. Ángel, en el Red Bull, los hace de todas partes, así como los hizo en Inglaterra, mientras que Falcao sigue siendo un referente para River, sin obviar que el chico sabe con la pelota en los pies. La clave está en que los recursos sean utilizados adecuadamente. No podemos olvidar que atacantes con la potencia de Asprilla o el Tren Valencia están agotados, así como los pases gol de Carlos Valderrama. Es más, fue el mismo gordo Valenciano el que se trepó como máximo artillero en la historia de nuestro balompié a punta de “potencia”. Por algo se le conoció como el “bombardero”, y fue precisamente esta virtud la que le cerró las puertas de la selección en varias ocasiones (decían que no encajaba en el sistema y que estaba muy gordo).
A pesar de que estamos en una situación complicada en el tablero todos guardamos la esperanza de ir al Mundial, por lo menos mientras la matemática no diga lo contrario. Pero mientras el evento se reanuda, ojalá que Lara pueda corregir los errores para empezar a producir goles. Que sea el técnico y un grupo de jugadores comprometidos los que permitan olvidarnos de la regla número 18 del fútbol mundial, inventada en nuestro país: “Goles que no sean anotados a menos de cinco metros de la meta rival no tendrán validez alguna dentro del compromiso”. ¡Qué tal por Dios!
(Foto tomada de: fotosdegatos.com)
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