El arranque del Mundial ruso no rompió ningún
pronóstico. No perdió el local, como hasta el momento ha sucedido con todos a través
de la historia, pero esta vez ganó bien, de manera sólida, con muchos goles
(como no sucedía desde Suecia 1954 cuando Brasil goleó a México), pero con un
fútbol vertiginoso y mucha capacidad física, nada más. El cinco por cero no
solo es contundente, sino que le da al cuadro local un aire de tranquilidad
pensando en la segunda ronda.
Los dirigidos por Stanislav Cherchesov mostraron
desde el arranque que iban por la victoria. Después de una fase de adecuación irregular,
debían confirmarle a su afición que están en condiciones para hacer un torneo
digno. Si bien ganaron, es bueno acotar que los rusos no se destacaron por
tener un juego brillante, con acciones descollantes o pinceladas de gran talento.
Todo lo contrario, se vio un equipo batallador, muy colectivo, concentrado, fuerte
en defensa, pero especialmente en la zona media donde recuperan y salen de
manera desbocada, a todo galope, como toros de lidia.
Con un partido bien planteado tácticamente,
donde la talla de los jugadores marcaba una gran diferencia, Rusia encontró el
camino del gol por la vía aérea (que será una de sus contantes en ataque), y la
definición exquisita de un suplente como Denis Cheryshev quien ingresó
forzadamente ante la lesión muscular de Alan Dzagoev al minuto 24 y cuando su
equipo superaba a los árabes por la mínima diferencia (gol marcado por Lury
Gazinsky a los 12’). Fue precisamente este hombre quien, con una jugada por
izquierda, tras un recorte adentro, dejó dos saudís que lo marcaban y firmó el
dos por cero antes de concluir el primer periodo (minuto 43). Ya en la
complementaria, sin que hubiera mayores retoques en el repertorio, llegó el
tercero por intermedio de Artem Dzyuba tras otro certero cabezazo al palo de la
mano izquierda del meta Abdullah Almuaiouf.
Esta vez, para mayor fortuna, los locales enfrentaron
a un combinado que prometía más sobre el papel y que ahora deberá ganar
obligadamente los dos encuentros restantes si quiere avanzar. Con cinco goles
en contra y un mar de dudas en lo individual y colectivo, los árabes pecaron a
todo nivel. No tuvieron jerarquía, estuvieron desconectados (o tal vez los
locales no los dejaron conectarse), y por momentos lucieron hasta inocentes,
sin recursos.
Lo mejor del partido, aparte de lo
intenso, así no haya sido vistoso o bien jugado, fueron el cuarto y quinto gol.
El primero de nuevo una pintura de Cheryshev (jugador del Villarreal), quien
con la parte externa de su botín izquierdo metió un remate arriba desde la
cabecera del área, para que la pelota se anidara de manera espectacular y
terminara por enloquecer la tribuna. El quinto, cuando ya se jugaba el tiempo
adicional, fue un cobro impecable de Aleksandr Golovin de tiro libre, también en
los límites de las 16,50. Le pegó con convicción y una pizca de sutileza,
superando una barrera no muy alta. Con curva adentro de nuevo el balón fue al
palo izquierdo del arquero árabe quien, como dato curioso, recibió todos los
goles de la parte complementaria por el mismo sector.
Con esta victoria, sin descrestar, seamos
claros, Rusia respira tranquila y espera seguir su marcha en la próxima salida
ante Egipto el próximo 19 de junio en el estadio de San Petersburgo y por
supuesto siguiendo con detenimiento lo que puedan mostrar sus otros dos rivales.
El central del compromiso, el argentino Néstor
Pitana, tuvo una muy buena labor, aunque el partido se caracterizó por el deseo
de agradar de ambas escuadras.
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