
Han pasado muchos años desde que “colgué” la pluma y ofrezco disculpas si la condición física no es la mejor. Sin embargo el “virus” sigue corriendo por mis venas sin un antibiótico que lo pueda controlar. Eso nos pasa a quienes tuvimos, en algún momento, el privilegio de seguir paso a paso las incidencias de una Copa del Mundo desde el palco de prensa, en los vestidores y acechando las concentraciones y prácticas de los seleccionados participantes.
El dolor de mis manos, adormecidas cada vez que entran en contacto con el teclado, no será suficiente para que durante este mes me detenga a escribir sobre un evento que sencillamente me apasiona.
Tal vez el fútbol no sea hoy mi “herramienta” profesional, pero fue la experiencia en las canchas, con los jugadores, técnicos y preparadores físicos, sin contar a cientos de aficionados, muy bien documentados, los que me brindaron la capacidad de mirar este deporte sin pasión, de manera equilibrada y objetiva.
Por lo menos eso siempre creí y pregoné en cada despacho informativo que hice desde las distintas canchas de Latinoamérica y el mundo. Por eso hoy, años después, quiero de nuevo, aunque sea en la distancia, pretender que estoy allí, en el continente africano, recogiendo mi sentir después de cada duelo deportivo, con respeto y sin pretensiones, aprovechando la magia de la televisión y el vendaval informativo que se genera alrededor del mundo. Hoy serán simplemente notas particulares, aficionadas si se quiere, pero apoyadas en un pasado que será difícil de olvidar mientras ruede un balón en alguna cancha del mundo.
Los favoritos
Después de leer y leer cientos de artículos previos a la competición, donde la aventura, la irreverencia y el atrevimiento tienen cabida, además de repasar la historia y la actualidad deportiva de las 32 selecciones participantes, me encontré, inclusive, con algunos especialistas que pronosticaron hasta los resultados de cada partido programado. Otros, siguiendo esta delgada línea, “revelaron” el campeón o por lo menos los finalistas de esta edición mundialista.
Mi pronóstico, si me lo permiten, no existe sencillamente porque cada Mundial reúne un grupo de selecciones que marcan la diferencia por el momento que viven, el nivel de sus plantillas y la tradición, sin olvidar una jerarquía que al final pesa. Son estas escuadras, las de mayor peso, las que desequilibran el deseo y la realidad. Hablar de Alemania, Brasil, Italia, Argentina o tal vez Francia, es poner en el banquete final a equipos que están acostumbrados a comulgar con la victoria, a “morir” por un ideal y con jugadores de otro nivel que con cuidado, sacrificio y concentración buscan el sendero ya recorrido, ese que les gusta y los motiva. Por eso, desde este lote apunto al campeón.
Si bien Argentina y Francia no pintan hoy como en sus mejores momentos, la experiencia que tienen en torneos cortos marca una diferencia abismal. Muchos dan a los argentinos como protagonistas sin aspiraciones lo cual es un error. Es decir, los ven instalados entre los dieciséis (una ronda más) o quizás entre los mejores ocho y pare de contar. Sin embargo, se olvidan que en la cancha estarán transpirando la blanquiceleste un puñado de figuras que brillan y trascienden en el fútbol de primer nivel por su capacidad y talento. La falla, porque la tienen, está en el banquillo técnico desde donde se han cometido toda clase de desaciertos que atentan contra el mejor rendimiento de la escuadra.
Brasil, por su parte, no tiene el brillo de otros tiempos, pero es Brasil. Un nombre que a todos sacude y preocupa a la hora de enfrentar, lo cual le da un “añadido” extra cuando se paran en la cancha. La diferencia de este conjunto, que se aleja de la tradición exhibida desde 1930, es la de ser un equipo frío, calculador, de pocas sutilezas y amplia fortaleza, pero ante todo práctico. Tanto o más de lo que fue Dunga en la primera línea de volantes cuando era considerado el mejor en su posición. Por eso lo único que le sirve es el título a cualquier precio...como los ganadores.
Segunda Línea
En la segunda línea aparecen otros equipos fuertes y llamados a dar el “gran golpe”, pero que casi siempre se han quedado en el camino pues hacen mucho ruido y cosechan poco. Por eso hablamos de unos ingleses que saben ganar, han sido campeones orbítales inclusive, pero esta vez no parecen tan temibles. No juegan mal, son precisos y siempre van de frente, pero algunas ausencias individuales reducen su verdadero potencial colectivo.
España, como actual monarca europeo, está llamada al protagonismo, pero su historia pasada tendrá que ser derrumbada con un presente arrollador sino quiere repetir un fiasco más. Siempre llega como favorito y parte por la puerta de atrás, lo que lastima profundamente a su noble afición.
Holanda merece un análisis especial. Juega muy bien, es contundente, vistosa si se quiere, pero por el solo hecho de haber hecho una eliminatoria impecable, obviando los partidos de fogueo, le ponen un lastre adicional. Su afición cree que esta vez si están para triunfar, pero eso mismo se pensaba de ellos hace cuatro anos. Es mas, debo admitir que “pintaban” tan bien que cometí el error de apostar a su favor, lo que me dolió cuando mi vecino cenó por cuenta mía.
Portugal también tiene lo suyo, pero no parece ser más que los oncenos tradicionales, esos que siempre arman o llegan a la fiesta para disfrutarla hasta el final.
Los progresistas
Este grupo pertenece a los conjuntos que tienen un fútbol progresivo, divertido, pero falto de madurez. Los africanos son especialistas en esta línea, pero tampoco serán campeones. Por eso los surafricanos deberán disfrutar de los privilegios de ser locales para cerrar esta experiencia con un papel digno, decoroso.
Nigeria, Argelia, Camerún, Ghana o Costa de Marfil son alegres, festivos si se quiere, pero nada más. Su fútbol sigue, afortunadamente, en pleno desarrollo pero dudo mucho que cualquiera de ellos esté listo para cristalizar algo tan importante como un torneo orbital.
Los sur y centroamericanos llegamos como siempre amparados en la grandeza de los cariocas y gauchos. Desligando estos dos gigantes, que no pertenecen a este grupo, no creo que ni los paraguayos, uruguayos, chilenos, hondureños y norteamericanos estén para ir muy lejos. Pueden que avancen a la siguiente fase y verán como se dan por bien servidos, pero el arsenal que tienen no es suficiente para levantar el trofeo en disputa, de eso estoy seguro.
Me detengo en los mexicanos que son otra cosa. Duélale al que le duela, la vergüenza, las ganas y el pundonor de este equipo los invita al protagonismo constante. Por eso, sin descubrir nada, es de las pocas selecciones que ha llegado a instancias avanzadas, superando a muchas que siempre han creído tener mejor fútbol que el país azteca. Su verdadero termómetro será el partido inaugural. No solo le tocó “romper el hielo” ante el local, sino que está obligado a confirmar de qué material están hecho sus jugadores. Dos rondas mas es el botín que espera recoger Javier Aguirre y sus dirigidos. Más de ahí será sorpresa.
Los Olvidados
El otro grupo, el de los olvidados, está conformado por aquellos cuadros que llegaron por su capacidad colectiva y aprovechando el fallo de otros combinados que figuraban como candidatos a clasificar en las rondas previas. Grecia, Eslovenia, Serbia, Dinamarca o Suiza son fuertes físicamente, aguerridos, pero limitados en lo individual, aferrados a la programación táctica. Cuando le descubren el libreto quedan “amnésicos” y perecen desconcertados, sin ideas.
Los otros combinados también tienen lo suyo para animar, pero no mas.
Las dos coreas, Australia, Japón o Nueva Zelanda, le apuntan a la incredulidad. A romper los esquemas y los pronósticos, nada más. Su éxito depende de los errores y debilidades que exhiban los grandes rivales como lo hicieron cuando se jugaban los cuadros clasificatorios. Suena duro, pero es acertado contemplarlo así, sin pasión.
Espero que me acompañen durante este mes para lograr por lo menos, a título personal, poder sentir que el “hablar de fútbol” sigue siendo la pasión de millones y millones de aficionados en el mundo. Mucha suerte y que gane su favorito. En mi caso quiero que gane el fútbol y nada más.
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