domingo, 15 de julio de 2018

Un Mundial extraño pero divertido


Raro, extraño e impredecible, así se puede definir el Mundial que recién concluye con el segundo título orbital para los franceses. Un Mundial donde los grandes no brillaron y los que lo hicieron se fueron a casa contra todo pronóstico. Inclusive, el nuevo monarca, que se instaló en la final por méritos propios, no lució intratable frente a una Croacia inmensa y deseosa de lo imposible.

En la primera fase avanzaron los que eran, los favoritos en la previa, pero lo hicieron con dificultad y a trompicones, envueltos en situaciones muy complicadas y comulgando con la eliminación a cada encuentro y en todo minuto, pero salvando la lid con esfuerzo y dedicación, porque de eso se trata una Copa del Mundo.

Todos siguieron menos Alemania, el campeón defensor, al que nadie le apostaba en contra porque resultaba atrevido y hasta desquiciado ir en sentido inverso a la lógica de un deporte que no la admite. Pero así pasó y la conmoción se apoderó de la competición porque los “enanos” se rebelaron y dejaron en claro que la distancias se acortan.

La salida de los teutones fue injusta si es que esto existe en el fútbol. Jugó bien, con ganas, arrollando y de frente pero no pudo. Su artillería estaba mojada y hasta los palos le colaboraron para el inmenso descalabro. Desafortunadamente para ellos la historia solo mira los resultados y no la propuesta ni el esfuerzo. Es decir que lo primero opaca lo segundo sin atenuantes.

En la siguiente fase, ahí donde el que pierde se queda, se diluyeron los gigantes poco a poco, de manera intrascendente, sin peso y lastimados en su orgullo. España se marchó abrazando el malestar de una afición que no tuvo piedad con sus comentarios, y con una propuesta ligera y poco dañina.
Portugal y Ronaldo también partieron sin impresionar y dejar ver, a cuenta gotas, algo de lo que exhibieron para ser los más recientes campeones de Europa, en aquella final donde pusieron a llorar a los jóvenes que hoy se ríen como campeones mientras ellos se ahogaron en la insuficiencia.

Argentina y Messi se fragmentaron en la impotencia y mediocridad. Tuvieron un repunte contra Francia, pero lo poco que tenían no les alcanzó y hoy siguen buscando las razones por la pérdida de ese brillo que tanto los enorgullece.

Uruguay, que había dado puntadas de querer todo, se diluyó contra los franceses, y pese a su férrea disciplina quedó firmado como el segundo onceno de nuestro continente al que los galos le negaron el pasaporte a otra instancia.

Brasil, que parecía intocable, se derrumbó frente a Bélgica. Un equipo lleno de figuras se ahogó en el desespero y no pudo definir cuando era superior en la cancha, en su propuesta y generando opciones. Se arrodillaron impotentes al ver como Los Diablos Rojos, que crecían como favoritos, después de pasearse por Europa goleando en casa y por fuera de ella, dando un paso más hacia la deseada meta que de nuevo tuvo en los franceses al equipo imposible, teniéndose que conformar con la histórica tercera casilla que aún celebran.

Los mexicanos, que habían dado la primera puñalada a los alemanes, pero no tuvieron lo preciso para superar a los pentacampeones, celebraron la caída de Neymar y su tropa y se dieron por vengados. Pese a su idílico debut, el no haber superado los Octavos de final les dejó un sabor amargo en la boca.
Colombia, que se veía cómoda en su grupo, terminó apretando nalga para conseguir el pase y encontró en un defensa su cristo salvador. Fue ese espigado moreno, nacido en Guachené, el que extendió la agonía contra los polacos, senegaleses e ingleses, logrando que la ilusión progresara hasta los penales donde la falta de puntería los dejó por fuera y autografiar una historia distinta.

Inglaterra, que llegó sin que nadie esperara mucho de ellos, se instaló en semifinales apelando a un juego simple, veloz y ajustado tácticamente, pero sin grandes figuras. Su juventud le augura un éxito de cara el futuro, dicen los expertos, pero en la cancha no salen de la tradición centenaria de su práctica, de ese futbol repetido y vigoroso. Ni siquiera el goleador del torneo, que solo marcó de penal o a equipos de menor envergadura, pudo ayudarles. Cuando se necesitó de él nunca apareció, pero se quedó con el botín de oro, junto a uno de los mejores arqueros de la prueba.

Por allí También estuvieron Costa Rica, Perú y Panamá. No fueron de paseo, por supuesto, pero tampoco rompieron los vaticinios. Solo los incas tuvieron cuotas importantes de buen juego, pero sin goles nada pasa y así pasó. Casi, casi y otro casi, pero no pudieron. A los ticos y panameños solo les queda seguir trabajando.

Al final el nuevo monarca terminó siendo europeo como sucede desde 2006. Es un campeón justo y debe celebrar por méritos propios en un país que le cumplió al mundo y vivió con intensidad la actuación de su selección, la cual se despidió con sus limitaciones, pero rindiéndole un tributo real al juego ofensivo, físico y sin especulaciones, como es la esencia de un evento que cada cuatro años, literalmente, paraliza al mundo y afecta, sin proponérselo, la economía productiva de las selecciones en competencia.

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